Este sábado el Atlético de Madrid y el Real Madrid se disputan la Liga de Campeones. Será la quinta vez a lo largo de la historia de la máxima competición del fútbol continental que dos equipos del mismo país lleguen a la gran final. Eso sí, en esta ocasión los dos equipos madrileños escribirán una nueva página en el libro de los sueños de la Champions, ya que por primera vez los finalistas son de la misma ciudad, en este caso de la capital de España. Así pues, poco antes de la media noche lisboeta, el estadio Novo Da Luz verá a Iker Casillas o a Gabi alzar la copa al cielo luso, sucediendo de esa manera a los capitanes del Real Madrid, Milan, Manchester United y Bayern Munich, los equipos vencedores de las cuatro finales anteriores entre conjuntos de la misma patria.
La primera de estas finales de tan especial sabor la jugaron, como en la presente edición, dos conjuntos españoles. Fue también un 24 de mayo, pero del año 2000. El majestuoso Stade de France de Saint-Denis acogió la primera ‘final nacional’ de la historia de la competición. El Real Madrid, con Vicente del Bosque en el banquillo y un joven Casillas en la portería, llegaba a la gran cita con el rol de favorito ante el Valencia de Héctor Cúper. La noche anterior a la final fue una fiesta de españoles por París, más de 50.000 entre madridistas y valencianistas. Pero la igualdad en las gradas no fue tal sobre el césped. La experiencia de los Roberto Carlos, Salgado, Redondo o Raúl superó los peligros que auguraba el equipo che. El Valencia, equipo bien armado atrás con un poderoso contraataque lanzado por Mendieta y Farinós desde el centro del campo y culminado por atacantes como ‘Piojo’ López, Kily González o Ilie, sorprendió en aquella edición a rivales como el Barcelona, la Lazio o el Bayern Múnich camino de París. Pero todo el descaro que mostró en rondas anteriores pareció difuminarse el día más importante, y Morientes, McManaman y Raúl lo aprovecharon con tres zarpazos inesperados que dinamitaron la final.
La segunda de las finales fratricidas llegó en 2003. El escenario, Old Trafford, el ‘teatro de los sueños’ de Manchester, el apodo más acertado para un estadio de fútbol y para una competición con la que todo futbolista sueña. Allí se citaban dos escuadras gigantes del fútbol italiano, Milan y Juventus de Turín. La ‘Vecchia Signora’, con el gran Marcello Lippi en el banquillo, en busca de su tercera corona. El cuadro ‘rossoneri’ volvía a la final tras casi una década para iniciar, de la mano del ahora técnico madridista Carlo Ancelotti, un lustro mágico con 3 finales en 5 años. Pocas veces en los últimos años se han reunido tantas estrellas por ambos bandos en la final de la Champions: Buffon, Ferrara, Thuram, Davids, Zambrotta, Del Piero o Trezeguet por la Juventus. Costacurta, Nesta, Maldini, Seedorf, Rui Costa, Pirlo, Inzaghi o Shevchenko en el equipo milanista… Pero el fútbol resulta tan sorprendente que hasta semejante grupo de magníficos peloteros pueden llegar a no deslumbrarnos en el partido más importante del año. Y, efectivamente, no fue la mejor de las finales. Aunque emoción… emoción la tuvo toda, por eso el fútbol es al mismo tiempo maravilloso. El 0-0 dio paso a una prórroga que fue la antesala de una tensa tanda de panaltis en la que Dida se consagró deteniendo hasta tres lanzamientos de los juventinos y en la que el ucraniano Shevchenko entraba en la historia milanista al transformar el penalti que daba su sexta Copa de Europa al cuadro de San Siro. Fue la noche de las lágrimas en Manchester. La grada del club de Delle Alpi lloraba por la ocasión perdida. El llanto del holandés Seedorf era diferente: se había convertido en el primer futbolista en ganar la Copa de Europa con tres equipos distintos, Ajax de Ámsterdam, Real Madrid, y ahora con el Milan…
21 de mayo de 2008, estadio Luzhniki de Moscú. Una noche fría y lluviosa… Estaba claro que dos equipos ingleses debían jugar aquella final. Y Chelsea y Manchester United se repartieron los papeles protagonistas que marcaba el guión. El equipo de Sir Alex Ferguson quería seguir su inmaculada racha en el gran torneo continental: dos finales y en ambas campeones (en 1968 ante el Benfica y en 1999 ante el Bayern Múnich). Para los londinenses sin embargo era su primera final. Y todo hacía indicar que habían llegado para coronarse, porque en la igualada tanda de penaltis a la que se llegó tras el 1-1 de los 120 minutos de partido (Cristiano Ronaldo adelantó al United; Lampard empató para los ‘blues’) todos transformaron su lanzamiento a excepción de Cristiano para los ‘red devils’. John Terry, capitán del equipo de Avram Grant, sabía que tenía en sus botas el título más importante de la historia del Chelsea… y falló. Un resbalón eterno. Un resbalón que lo cambió todo. Giggs marcó el séptimo lanzamiento del Manchester United, mientras que Anelka erró. La Liga de Campeones recalaba por tercera vez en las vitrinas de Old Trafford.
La última de estas singulares finales tuvo lugar el año pasado, en Wembley. Noventa mil personas abarrotaban el espectacular estadio de Londres para presenciar el duelo alemán entre Bayern Munich y Borussia Dormund. El conjunto bávaro dirigido por Jupp Heynckes llegaba a la cita como claro favorito tras aplastar al Barcelona en semifinales. El joven cuadro modelado por Jürgen Klopp era la revelación del torneo. Ni siquiera el Real Madrid de Mourinho y Cristiano pudo con el torbellino de juego de Lewandowski, Grosskreutz, Reus y compañía. La final fue trepidante, como dos equipos tan ofensivos hacían presagiar. Los de Klopp salieron a comerse al poderoso Bayern, que aun así se adelantó por medio del croata Mandzukic a media hora del final. No tardó mucho en empatar Gündogan para el Borussia. Pero aquella era la noche de Robben, quien casi en el último segundo empujó una pelota ya mágica para los seguidores del Bayern. Y del veterano Heynckes, quien se despedía con la merecida Copa de Europa bajo el brazo.
Y así llegamos a la final de este sábado. De nuevo dos equipos del mismo país en la gran final de la Liga de Campeones. De nuevo, como en 2000, dos equipos españoles. Y por primera vez, los dos procedentes de la misma ciudad… aunque no del mismo barrio. Alguna diferencia tenía que existir. Desde las orillas del Manzanares llega el Atlético de Madrid. Desde el Paseo de la Castellana, el Real Madrid. Pero ambos jugarán en Lisboa para alzarse con el torneo de los torneos. Dos conjuntos del mismo país, de la misma ciudad… y con la misma ilusión: ser los mejores de Europa.