Desde su explosión a mediados de los 2000 ha sido un jugador amado y al mismo tiempo discutido, el estigma que afecta a muchos de sus compatriotas de la selección argentina. Y sin embargo, pocos recuerdan que cada vez que se lo requiere aparece con su cuota de gol. Es por eso que a Gonzalo Gerardo Higuaín hay que marcarlo bien de cerca, porque se corre el riesgo de que al obviarlo aparezca y mueva las redes como lo ha hecho en todos los conjuntos que ha pisado.
El delantero de doble nacionalidad, ya que nació en Brest (Francia) en diciembre de 1987, cuando su padre, el famoso defensa y caudillo Jorge Higuaín jugaba en el Stade Brestois, comenzó a patear la pelota en el Club Palermo de Buenos Aires junto a su hermano mayor Federico, también futbolista de River Plate y de larga trayectoria por Argentina, Europa y México hasta recalar en el Columbus Crew de Estados Unidos en la actualidad. Curiosamente, Federico fue en 2003 el primero en arribar a River, que por medio de agentes también fichó a Gonzalo para la cantera a sus diez años. El mayor de los Higuaín debutó dos años después gracias a su técnico, Leonardo Astrada, en el Torneo Clausura 2005 en la derrota uno a dos ante Gimnasia y Esgrima de La Plata. Por un tiempo Gonzalo y Federico fueron compañeros en el club millonario, pero mientras el segundo se desempeñaba en mediocampo, (donde finalmente no supo hacerse un hueco y se marchó a Nueva Chicago), Gonzalo se consolidó como opción ofensiva. Por eso en 2006, en un nuevo Clausura, marcó su primer gol en el 3-1 a Banfield, y ese año se afianzó con goles en la Copa Libertadores, la Sudamericana y la Liga, donde alcanzó su punto máximo al anotarle dos tantos al archirrival Boca Juniors en el triunfo por tres a uno. En un año y medio se había convertido en ídolo de la exigente hinchada millonaria, siendo elegido Revelación de Oro por el diario Clarín, parte del equipo ideal de América por el periódico uruguayo El País y, sobre todo, tentado por los más poderosos clubes europeos como Lazio, Manchester United, Milan y Real Madrid. En diciembre de 2006 fue finalmente el equipo madridista que lo fichó por doce millones de euros. Higuaín manifestó entonces: “Es genial tener la oportunidad de jugar en un club tan importante como el Real Madrid. Me siento orgulloso de que se hayan fijado en mí”.
Aunque no fue titular indiscutido por tener delante tantas estrellas, como Raúl o Van Nistelrooy, Higuaín debutó en la ‘casa blanca’ en enero de 2007 bajo el comando del italiano Fabio Capello ante el Betis en los octavos de la Copa del Rey, y un mes más tarde marcó su primer gol nada menos que en el derbi ante el Atlético de Madrid que finalizó 1-1. ‘Pipita’, apodo diminutivo heredado de su padre ‘Pipa’, no tuvo muchas oportunidades pero las pocas que contó las aprovechó, como en la última jornada de la temporada cuando asistió a José Antonio Reyes para el primer gol ante el Mallorca que fue el comienzo del 3-1 que le dio su primer título de Liga. A pesar de seguir suplente de los galácticos, en la 2007/08 contribuyó con goles y asistencias, como el tanto en el clásico ante el Barcelona que el Real Madrid ganó 3-1. 2008 fue aún mejor para el ‘Pipita’, que titular por la lesión de Van Nistelrooy hizo 22 goles, cuatro de ellos ante el Málaga, ganó la Supercopa española ante el Valencia y fue subcampeón liguero, algo que repitiría para 2009 donde aumentó su cifra personal a 27 dianas.
Era lógico que Argentina se fijara en él, pero primero debió superar una polémica con el entrenador Raymond Domenech que lo quiso incorporar para la selección francesa, lo que Gonzalo rechazó quedándose con la albiceleste que vistió por primera vez en octubre de 2009 en el angustioso 2-1 a Perú en las clasificatorias para Sudáfrica 2010, donde marcó el primer gol del encuentro y participó activamente con varias oportunidades de gol. Su técnico, Diego Maradona, lo tuvo entonces bien en cuenta para el cierre de la fase de clasificación, amistosos y por supuesto como parte del once que disputó el mundial, donde se destapó con un triplete a Corea del Sur en la primera fase y otro gol a México en octavos de final, aunque nada pudo hacer en el duro revés ante Alemania en cuartos; igualmente, el número 9 concluyó con cuatro tantos, uno menos que los goleadores del certamen Forlán, Müller, David Villa y Sneijder.
Después de Sudáfrica 2010 y con la llegada de José Mourinho a la dirección técnica al Real Madrid, continuó relegado y sin embargo haciendo goles tanto en Liga como en Liga de Campeones, torneo en el que marcó el gol número 700 de los merengues pero donde históricamente él y su equipo no tuvieron mucho éxito años anteriores con varias eliminaciones en octavos de final. Una hernia de disco lo tuvo alejado de los terrenos de juego hasta abril de 2011, cuando reapareció con un ‘hat trick’ al Valencia y conquistó su primera Copa del Rey con aquel 1-0 en alargue ante el Barcelona. Y junto a sus compañeros de ataque Benzema y Cristiano Ronaldo se convirtieron en el tridente más goleador de España superando al de Messi, Henry y Eto’o de los catalanes.
Mientras tanto, contaba con revancha en la selección entonces dirigida por Sergio Batista, para la que disputaría la Copa América en su país. Fue otro trago amargo tanto para el equipo como para él personalmente, ya que tapado por Messi, Agüero y Tévez entró como suplente. Pudo por fin ser titular ante Uruguay en los cuartos de final y demostró su valía marcando el gol del 1-1 que llevó a los penaltis, donde convirtió uno pero Argentina fue derrotado y eliminado. Pese a otro triplete albiceleste ante Chile en el arranque del camino a Brasil 2014, la verdadera revancha le vino a mediados de 2012 y con el Real Madrid al llevarse por segunda vez la Liga BBVA. Pero en el club siguió sin continuidad, considerado por Mourinho como segunda opción de Karim Benzema, a pesar de seguir viendo puerta. Así manifestó su deseo de cambiar de aire y en verano de 2013 pasó al Nápoles por 40 millones de euros. En el conjunto celeste tuvo más espacio para demostrar su poder de gol, debutando en agosto ante el Bolonia y marcando su primer gol días más tarde ante el Chievo Verona, haciendo un total de diecisiete goles en la temporada (máximo artillero napolitano), ganando la Copa de Italia ante la Fiorentina y la Supercopa contra la Juventus, donde marcó un doblete para el empate a 2 que derivó en el triunfo 8-7 por tiros desde el punto de penalti.
Por esos días siguió gritando goles para la selección argentina, ya dirigida por Sabella, a la que ayudó a clasificarse al mundial de Brasil que disputó en junio y julio de 2014, pero donde tuvo una actuación mediana. Sólo basta recordar que no arrancó en el once contra Bosnia por el hecho de venir de una lesión, pero viendo lo complicado del desarrollo del encuentro, Sabella lo colocó al comienzo del segundo tiempo por Hugo Campagnaro, reconociendo más tarde que se había equivocado en la alineación y el planteo inicial. Luego cogió la vitola de titular pero lo cambiaban en la mayoría de los encuentros, incluido el de cuartos de final ante Bélgica donde a los 8 minutos logró, con un brillante remate, el gol de la victoria. Y fue nuevamente protagonista en la final ante Alemania, primero con un penalti a favor no pitado por el italiano Nicola Rizzoli y luego fallando un gol clarísimo, siendo reemplazado por Rodrigo Palacio a los 78 minutos y conformándose con el subcampeonato.
Tras otra buena actuación con el Nápoles, donde terminó tercero y otra vez máximo goleador de su equipo con dieciocho tantos, probó suerte en la Copa América 2015, ahora bajo las órdenes de Gerardo Martino, en la que marcó un gol ante Jamaica en la primera fase y otro ante Paraguay en el 6-1 de la semifinal. Pero cuando el destino lo puso frente a la gran posibilidad, en la tanda de penales ante Chile falló el decisivo muy mal ejecutado y abrió la puerta para que el anfitrión lograra su primera Copa América. Esto le golpeó anímicamente al punto de no ser convocado para los encuentros de arranque de las clasificatorias de Rusia 2018 frente a Ecuador y Paraguay, generando además toda una polémica porque Martino lo considera segundo delantero detrás de Agüero y delante de Carlos Tévez. Pese a las malas críticas a su persona, Gonzalo Higuaín sigue haciendo de las suyas en el Nápoles cada fin de semana, demostrando que no necesita de su ilustre apellido para sobresalir en el mundo del fútbol.