Corría un 25 de junio de 1986 en México. El mundo se paraba para ver por televisión a la selección donde jugaba el que, para muchos y pocos días después, sería el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos. Diego Armando Maradona. Estadio Azteca. Palabras mayores. El templo donde se consagró la Brasil del 70 de Pelé. Ahora, dieciséis años después, cobraba el testigo Maradona para llevar a su selección hasta la final de la Copa del Mundo. Argentina se enfrentaba a una débil Bélgica que era una mera figurante en la gran superproducción que iba a ser esa final tan esperada entre la Argentina de Maradona y la Alemania de Rummenigge. Estos recuerdos describen pasajes de la historia del fútbol más reconocible, pero el fútbol está lleno de pequeñas historias heroicas que pocas veces se cuentan. La presencia de Bélgica en aquella semifinal no sólo fue su mayor logro en la historia del fútbol belga sino también una semilla que el tiempo y otros factores marcarían el nacimiento de la generación más prometedora de la historia del fútbol belga.
En aquel mundial Bélgica estuvo encuadrada en el grupo B junto con la anfitriona, Paraguay e Irak. Se clasificó como uno de los mejores terceros, y se midió en octavos a la temible Unión Soviética. Contra todo pronóstico vencieron en aquel dramático partido por tres a cuatro, con uno a dos en la prórroga tras terminar los noventa minutos con empate a dos. Aquel partido cambió la historia del fútbol belga aunque no tuvieron suficiente y fueron también protagonistas de la historia negra de España y los cuartos de final. Se impusieron a la selección de Miguel Muñoz en la tanda de penaltis tras empatar a uno en los noventa minutos de juego y los treinta de prórroga. Bélgica, invitada de excepción por sus propios méritos, llegaba a una semifinal de un mundial por primera vez y tuvo la mala suerte de encontrarse con el mejor jugador de la historia de este deporte, y que aquel día marcó las diferencias haciendo los dos goles del partido. Seguramente poco se recuerde el arbitraje de aquel encuentro que perjudicó gravemente a Bélgica, aunque eran otros tiempos en los que los errores y las moviolas no hacían programas de televisión.
Aquel año nació Vincent Kompany, y al año siguiente Vertonghen, Pocognoli, Fellaini, Dembelé, Mirallas y Mertens. Apenas había dado sus primeros pasos Vermaelen y faltaba poco para que llegaran al mundo otros como Witsel, Hazard o Benteke. No mucho más tarde llegaron también De Bruyne, Courtois y Lukaku. Todos fueron hijos del Azteca. El alumbramiento que abonaron los tacos del Pelusa sobre Ciudad de México y que 28 años después son una realidad del fútbol europeo. La generación del talento que peina Europa refundando un estilo de juego no heredado. Las promesas de ligas de tres al cuarto que ahora son primeras espadas de grandes equipos del viejo continente. Y lo que es más sorprendente; a una edad insultantemente joven con una proyección exponencial. Nombres reconocibles a diferencia de los que persiguieron la sombra de Diego en el Azteca. Jugadores que copan portadas y por los que se pagan cláusulas de rescisión. Protagonistas de telenovelas veraniegas de prensa deportiva, y también, buenos futbolistas que rebasaron las fronteras que sus padres futbolísticos no pudieron.
El efecto Bosman
A finales de 1995 se produjo una sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea por la cual declaraba ilegales, entre otras cosas, los cupos de jugadores extranjeros (no nacionales) entre los estados miembros de la Unión Europea. Fue cuando Europa se abrió al fútbol y desaparecieron las fronteras. Aquello que fue conocido como La Ley Bosman, fue precisamente un caso protagonizado por un futbolista belga que jugaba en su país, pero quería jugar en Francia y su club se lo impedía. Las barreras legales cercenaban la posibilidad de migración de futbolistas que se consideraba algo importante para alcanzar una madurez futbolística, y que luego se extrapolaba a las selecciones nacionales. Bélgica en el Mundial de Italia 90 sólo llevaba a tres futbolistas que jugaban fuera de su país: Gerets (PSV), Demol (Oporto) y el gran Enzo Scifo (Auxerre). En USA 94 fueron dos: Scifo (Mónaco) y Grün (Parma). Ya en Francia 98 y con la Ley Bosman en vigor, se empezó a notar el cambio y sumaban cinco futbolistas que jugaban fuera de su país: Crasson (Nápoles), Wilmots (Schalke 04), Boffin (Metz), Oliveira (Fiorentina) y Nilis (PSV). En 2002 en Corea no sólo fue una suma mayor (8) sino que también se empezaban a ver jugadores que tenían un papel importante en sus equipos: De Vlieger (Willen II), Deflandre (Lyon), Van Buyten (Olympique de Marsella), Goor (Hertha), Strupar (Derby County), y Van Kerckhoven, Vermant y Wilmots (estos tres del Schalke 04).
Hoy en 2014, Bélgica lleva dos mundiales ausente y ha reposado doce años de fútbol base y exportación de jóvenes jugadores a canteras de grandes equipos. Ahora, de la presumible lista de 23 que hará el seleccionador Marc Wilmots para Brasil, no es que haya muchos que no jueguen en Bélgica, es que de hecho puede que sólo lo hagan uno o dos de los convocados: Timmy Simons (Brujas) que tiene 37 años y su rol en la Selección es menos que secundario, y Jelle Vossen (Genk) que es una estrella emergente aún tapada por otros incluso más jóvenes que él.
Erasmus en la Premier
La actual generación de futbolistas belgas es más que un golpe de azar o un fenómeno que se vincule exclusivamente a consecuencias colaterales de la Ley Bosman. El fútbol belga es un emergente europeo, para algunos sucedáneo del holandés, aunque son muy diferentes, y en la última década ha dado varios frutos de talento y jugadores de primer nivel. Se podría hacer un cierto paralelismo con el fútbol español ya que en ambos casos se ha podido ver cómo han dado un salto de calidad abismal formando una cantera de buenos futbolistas que se reparten por las grandes ligas. La madurez del fútbol de élite que resulta una experiencia fundamental para grandes torneos de selecciones como una Eurocopa o un Mundial, y que ha sido un proceso largo en el que ha costado unificar a toda una generación.
Otro parecido que podemos ver entre el camino por el que transitó España hasta convertirse hoy en lo que es, y Bélgica, son los éxitos de las categorías inferiores de las selecciones nacionales. España era una potencia en todas las categorías excepto en la absoluta, y tuvo que encontrar su generación haciendo competir a sus estrellas en los mejores equipos del mundo. Quizás en ese principio de proceso de fermentación es en el que se encuentre hoy Bélgica, que si ha encontrado una matriz sobre la que cocinar su explosión de fútbol, esa ha sido la Premier League.
La mejor liga del mundo acoge hoy a esta fantástica generación que luego podrá alcanzar el éxito o no, pero que sin duda está protagonizando de forma importante el campeonato inglés.La toma de la Premier hoy tiene un nombre propio. Eden Hazard, a sus 23 años es el jugador estrella del Chelsea (actual líder de la Premier) y probablemente el mejor futbolista belga del momento. Abandera el talento hecho futbolista de esta generación y es el jugador franquicia de uno de los equipos más importantes del mundo. Sin salir de Londres encontramos a otro pilar en otro equipo de relevancia mundial. Thomas Vermaelen, que es ni más ni menos que el capitán del Arsenal. O también sin dejar Londres, en el Tottenham, a Jan Vertonghen, Moussa Dembelé y Nacer Chadli, o si viajamos a Manchester, nos topamos también con otro gran capitán de la Premier como es Vincent Kompany en el Manchester City. A la cera de enfrente del Etihad Stadium, donde los sueños se viven en un teatro, ha llegado este verano Marouane Fellaini como fichaje estrella procedente del Everton donde hoy funciona una pareja de delanteros letales como son Kevin Mirallas y Romelu Lukaku. Esta pareja sería indiscutible en la Selección si no fuera porque Christian Benteke es otro delantero que causa sensación en el fútbol mundial a pesar de militar en un equipo como el Aston Villa. Este once belga de la Premier lo podría cerrar un portero como es Simon Mignolet que defiende el arco de un Liverpool que este año vuelve a pelear el título después de mucho tiempo fuera. Una formación extraordinaria para aprender algo más que un idioma. Una Erasmus intensiva que será una fuga de talento y que tendrá este próximo verano su examen decisivo.
Del Azteca a Maracaná
La historia de oro del fútbol que sólo pueden escribir las grandes leyendas siempre tiene la Copa del Mundo como el escenario principal. Un Mundial es la máxima expresión y la mayor aspiración que puede alcanzar el fútbol. Una competición que te permite ser leyenda sólo una vez cada cuatro años y enfrentándote a los mejores jugadores del mundo. Brasil es la mayor cuna de fútbol que existe y que ha existido siempre, y si hay una historia conocida y mitificada en el fútbol es la que inmortalizó en género de drama y fantasía el fútbol carioca. Desde que en los 50 los brasileños se apoderaran del fútbol y Schiaffino y Ghiggia se lo arrebataran, pasando por la reconquista del título en Europa de un jovencísimo Pelé a caballo entre los 50 y los 60, hasta la coronación absoluta de O Rei en el Azteca en el 70 practicando el mejor fútbol jamás visto. Maracaná abrió la puerta de la mayor historia del fútbol jamás contada y el Azteca fue el escenario donde el mundo pudo ver la mayor expresión de talento con el cuero sobre la hierba. Y no sólo fue escenario sino que fue también el trono de la herencia del testigo que dieciséis años después tomaba Maradona, sobre el mismo césped en el que deslumbró al planeta y sobre el que arrebató la corona de leyenda al mismo Pelé. Allí pisó la semilla de los hijos del Azteca sobre el verde mientras vengaba las Malvinas, con el mejor gol de la historia de los mundiales y con la mano de Dios. De Maracaná al Azteca y del Azteca a Maracaná. Porque el fútbol es cíclico como la historia, y quién sabe si Brasil puede repetir la tragedia, si Messi puede ser Maradona, o si Bélgica puede cambiar la historia como lo hizo España en Johannesburgo.
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Gran reportaje, sí señor. Nunca es tarde para reencontrarse con historias tan bien contadas como ésta.