Hace unas semanas Catar escribía una de las mejores páginas de su historia deportiva al proclamarse subcampeón del mundial de balonmano (siendo el primer finalista no europeo de la historia) del que ejercía como anfitrión, doblando la rodilla. El éxito de la selección catarí radica no sólo en contar con uno de los mejores entrenadores como el español Valero Rivera (que hizo campeón mundial a España y con el Barça ganó todo lo habido y por haber) sino que también en la multitud de jugadores nacionalizados que ha contado (un total de diez: tres montenegrinos, dos bosnios, un tunecino, un español, un egipcio, un francés y un cubano) entre ellos el portero del Barcelona, Danijel Saric. A raiz de esto, el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, ha puesto el grito en el cielo, por el temor que esto ocurra en el mundial de fútbol que organizará el país árabe en 2022, ignorando o ninguneando una cuestión muy importante que ya comentamos en su día.
De acuerdo con los datos oficiales del consejo de promoción de empleo extranjero de Nepal, publicadas en el pasado mes de diciembre y recogidas por The Guardian (que si no es gracias al rotativo inglés no me hubiera enterado, pues en España no se han hecho eco de ellos), los inmigrantes nepalíes que trabajan en la construcción de las infraestructuras del mundial de Catar 2022 murieron a un ritmo de un obrero cada dos días de media durante el 2014. Una cifra atroz y eso que los registros excluyen muertes de trabajadores oriundos de la India, Sri Lanka o Bangladesh, levantando sospechas de que, en el caso que todas las muertes fuesen consideradas, la tasa de mortalidad subiese a 1’5 de finados al día. Una suma de 548 muertos al año, y de seguir así se llegará a cerca de 3836 en los siete años que aún faltan hasta al arranque del mundial.
Conviene tener estas cifras presentes para entender hasta que punto la perplejidad demostrada por Sepp Blatter en relación a la amenaza de ver repetido en fútbol el escándalo de las nacionalizaciones que del último mundial de balonmano, es grotesco. De todas las cosas más alarmantes del futuro Catar 2022, la hipótesis de ver a la selección anfitriona exponerse al ridículo de presentar un equipo formado a prisa y corriendo con jugadores extranjeros, por mucho que ofenda ‘el espíritu de un combinado nacional’, está bastante lejos de ser la más grave.
Antes de preocuparnos del daño que los ‘inmigrantes nacionalizados’ puedan hacer al fútbol, no sólo el presidente de la FIFA sino también cada uno de nosotros, debía estar preocupado con lo que el fútbol está haciendo a los inmigrantes (al menos en Catar). Porque no hay que perder de vista que las vidas humanas son más importantes que cualquier vicisitud de cualquier torneo que organice la FIFA, la UEFA o el ‘sursum corda’.