En Italia hace mucho tiempo que se mira con resentimiento el devenir de una Serie A que sigue cuesta abajo y que a pesar de todos los esfuerzos de recuperar la gloria perdida siempre ocurre algo que ahonda más la fosa en la que está atrapado el ‘Calcio’. La última desventura del fútbol italiano ha sido la quiebra técnica del Parma que ha llevado al club de la Emilia Romaña, tras un amago de abandono de la competición, a subsistir con un fondo común de la federación italiana. Los ‘crociati’ que en los años 90 bajo el mando de Nevio Scala primero, y Alberto Malesani después, sorprendieron en Europa con títulos (dos Copas UEFA y una Recopa) y grandes jugadores como Brolin, Asprilla, Zola, Dino Baggio, Cannavaro, Buffon, Crespo o Thuram, viven el peor momento de su historia con una seria amenaza de desaparición que ni en 2004, cuando el club, entonces Parma AC, se declaró insolvente tras el colapso financiero de su benefactor Parmalat y tuvo que reformarse como Parma FC para sobrevivir, ni en 2009, cuando descendieron a la Serie B, tuvieron.
Malos presagios
La temporada pasada el Parma, de la mano de Roberto Donadoni, hizo una campaña excelente al conseguir una sexta plaza y consagrarse como el equipo revelación de la temporada quitando ese honor a la otra sorpresa del año, el Torino de Cerci e Immobile. Con un equipo confeccionado para andar por la zona media de la tabla liderado por veteranos como Cassano o Amauri con jugadores interesantes como Biabiany o Paletta, el cuadro ‘gialloblú’ consiguió superar en la clasificación a equipos teóricamente llamados a estar en la zona alta como Milan o Lazio y logró un pase para disputar competición europea. siete años después de su última participación.
Sin embargo la UEFA le negó, pese a pedirlo por activa y por pasiva, la licencia para poder competir en la Europa League debido a impagos a Hacienda y por tener una deuda que ascendía a unos 300.000 euros, por lo que la afición parmesana vio que el ‘temporadón’ hecho por sus jugadores se quedaba sin premio, pues la plaza para la Liga Europa pasaría para el séptimo clasificado, el Torino.
Para tranquilizar a la parroquia ‘crociati’ y que no volviera a ocurrir una situación parecida, Tommaso Ghirardi, presidente del club parmesano, anunció la venta de los principales activos del club, como la de Parolo (al Lazio por 5’5 millones de euros), para así sanear el club y volver a comenzar de cero.
Así en agosto las aguas parecen discurrir tranquilamente por su cauce, pero cuando comenzó la temporada el equipo empezó encadenar derrota tras derrota, con una sensación de los tifosi de que su equipo no daba todo de sí, algo empezaba a oler mal.
Se descubre el pastel
Enero de este año. El Parma está instalado en la última posición con tan sólo diez puntos (tres victorias y un empate), y su buque insignia, Antonio ‘il Talentino’ Cassano rescinde su contrato y se marcha de la Emilia Romaña denunciando que la directiva parmesana lleva sin pagar a sus jugadores y empleados desde el mes de julio. Se descubrió el pastel y entonces, la consternada afición del Parma vio como a Cassano le seguían unos diez jugadores; Felipe, Acquah, Bidaoui, Cordaz, De Ceglie, Souza, Paletta, Pozzi, Rispoli y Ristovski, todos ellos, a excepción de Paletta (traspasado al Milan por 2’5 millones), rescindieron su contrato y saliendo por la puerta de atrás. Incluso gente que llegaba como refuerzo invernal a los pocos días volvía a hacer el petate, como el ‘Cebolla Rodríguez’ (cedido por el Atlético de Madrid) que aseveró que «si hubiera sabido que el club no pagaba los salarios, no hubiera venido».
El panorama era desolador: Se debía cinco millones de euros en nóminas, además del IRPF y el IVA, se necesitaba unos 50 millones de euros para terminar el campeonato y la deuda total ascendía a unos 70 millones, y para redondear la situación la federación italiana le quitó un punto por sus impagos. Ante esta situación Ghirardi decidió abandonar el barco y traspasó el club a un consorcio ruso-chipriota denominado Dastraso Holding que puso a un triunvirato al frente del club formado por el italiano Fabio Giordano y los turcos-chipriotas Emir Kodra y Rezart Taçi. La llegada de los nuevos dueños fue la que determinó que salieran más jugadores despavoridos del club tras reunirse la plantilla con Taçi y este no asegurar el pago de las mensualidades atrasadas (algo que aseguraba una y otra vez Ghirardi).
Llega el caos
Visto que la plantilla del Parma se iba deshaciendo cual azucarillo y que no encontraban manera alguna de revertir la situación el ‘holding’ ruso-chipriota se fue por donde había venido y vendió el club a el empresario Giampietro Manenti por un euro (la cantidad que habían pagado al comprarlo). El nuevo propietario aseguró «hacer las cosas con criterio y solventar inmediatamente la mala situación del club». Sin embargo, ocurrió todo lo contrario y el caos se hizo latente.
Llegó un punto en el que el Parma no tiene dinero ni para abrir el estadio, ni siquiera para pagar la luz, el servicio de seguridad o las ambulancias, circunstancias que le obligó a aplazar su partido ante el Udinese del pasado 22 de febrero.
La escalada de catástrofes siguió en marcha y a la entidad ‘gialloblú’ le son embargadas, vía mandato judicial, cuatro furgonetas, todos los coches del equipo médico, los banquillos del vestuario y algunos aparatos del gimnasio. Hasta la tintorería del club cierra y ya no recoge la ropa de los jugadores, teniendo estos que lavársela en su propia casa.
Esto era ya demasiado para los futbolistas que fueron fieles a la escuadra parmesana y se quedaron en el club. Alessandro Lucarelli, capitán del club, se alzó como portavoz de la plantilla y se declararon en huelga hasta que la situación se encamine a su solución. Resultado, el equipo no se desplaza a Génova para disputar la siguiente jornada contra el Genoa, y la Federación Italiana junto con la Lega Calcio se empiezan a interesar seriamente en la situación del Parma, pues en el caso de sumar dos partidos más sin jugar, el club de Emilia Romaña quedaría excluido del campeonato lo que supondría un quebradero de cabeza para toda la liga italiana.
Un parche y la esperada quiebra
Ante una demanda de unos 20 millones de euros por parte de Sky Italia (la cadena propietaria de los derechos televisivos), el presidente de la federación Carlo Tavecchio se apresuró en asegurar que el Parma terminaría la competición e ipso facto reunió el 5 de marzo a la plana mayor del Calcio para determinar una solución de urgencia.
En esa cumbre, en las que se encontraba el resto de equipos de la Serie A, se optó por una medida que prácticamente se podría considerar como un parche. Con el voto negativo del Cesena (el otro equipo de la Emilia Romaña) y con la abstención de Nápoles, Sassuolo y Roma, se aprobó que el dinero procedente de la caja de las multas que pagan los clubes por las sanciones deportivas, se entregará al Parma una vez que el club haya sido declarado oficialmente en quiebra, para garantizar su supervivencia hasta junio.
Mientras llegaba la resolución judicial que dirimía si el Parma era considerado en quiebra técnica, el club ‘gialloblú’ pudo volver a jugar en la Serie A gracias a patrocinadores externos conseguidos por Tavecchio, algo que sirvió para distraer un poco la atención de lo que seguía pasando en el seno del club, donde los ordenadores y el mobiliario estaban siendo embargados, hasta la recaudación en taquilla del partido como local que jugó tras su ‘parón’ sufrió embargo judicial.
La sentencia que marcaría un antes y un después en la centenaria historia del club parmesano llegó el pasado 19 de marzo, pero días antes también hubo ‘movida’ en el Ennio Tardini. Pese a intentar salvar la continuidad de los ‘crociati’ la federación italiana tuvo que cumplir las normas y al reincidir en el impago de sus futbolistas le quitó dos puntos más y dejaba al Parma a quince puntos de la salvación. Y como colofón, justo el día antes de la resolución judicial, la Guardia de Finanza (policía financiera de Italia) detuvo a Manenti por un delito de blanqueo de capitales aderezado con otros de fraude informático y uso de tarjetas clonadas.
Y entonces llegó el esperado día 19 de marzo. La auditoría que estimaba unos 218 millones de euros de deuda dejó las cosas claras al tribunal que sólo tardó diez minutos en dictar la sentencia que declaraba al histórico Parma en bancarrota. De esta manera, dejaba al equipo en manos de dos administradores judiciales que contarían con el apoyo de la federación italiana que destinaría cinco millones de su caja de multas para garantizar que los parmesanos terminen la actual temporada.
Una vez finalizada la campaña se abriría el interrogante. El Parma debía encontrar un comprador que inyecte más de 75 millones para garantizar el concurso de éste en la Serie B (pues su descenso ya es un hecho), sino el club seguiría regido por funcionarios judiciales que o bien comandarían un club relegado a la serie D (cuarta categoría del Calcio) o ejecutarían la acción más fácil, decretar la desaparición del club. Un panorama desalentador.