La vida siempre tiene giros inesperados. Muchos son los que lo ponen todo por conseguir sus objetivos y al final por las desgraciadas circunstancias del destino no alcanzan a conseguirlos. Aún así, está aquel que sigue peleando hasta el final y el que se resigna con lo que le ha tocado y deja de pelear por sus sueños sin parar de mirar al suelo en vez de levantar la cabeza.
Corría el 22 de enero de este mismo año cuando Radamel Falcao tras una dura entrada, en un encuentro de la copa francesa, sufría una rotura en el ligamento cruzado de su pierna izquierda. Esa circunstancia se convertía en aún más desalentadora al estar en año de mundial. Rápidamente el propio afectado insistió en que su objetivo era llegar a la máxima cita futbolística a nivel de selecciones, eso sí, dando primero muestras de su elegancia aceptando las disculpas de un apenadísimo Soner Ertek (autor de la entrada).
El pueblo colombiano afectado por la lesión de su ídolo y estrella levantó el ánimo tras las palabras de su delantero. Todos creían en su recuperación y en su llegada en las condiciones más óptimas posibles al evento que se celebrará en Brasil. La fortaleza mental del cafetero y sus imponentes condiciones físicas hacían pensar que el milagro era posible. El primero en esperarlo, sin duda alguna, era su seleccionador, el argentino José Pekerman.
Falcao apareció en la lista de 30 preseleccionados para el mundial. Este hecho hizo ver más cerca de la cita al ‘9’ del Mónaco. Parecía más cerca aquel imposible, el sueño se podía empezar a tocar con los dedos y Radamel seguía peleando por estar en él. Incluso antes de incorporarse con Colombia se le pudo ver en entrenamientos de su equipo.
El Tigre llegó a colgar una foto en su perfil de Twitter de él realizando carrera continúa. Había corrido 9,5 kilómetros y nadado 1.500 metros. Algo inaudito para alguien que se había operado cuatro meses antes de la rodilla. A pesar de todo su esfuerzo desde la concentración de Colombia en Argentina no terminaban de salir buenas noticas. Por eso, Pekerman apuró la convocatoria final hasta el último momento en que la FIFA se lo permitía. Las 12 de la noche hora española. Recién entrado el 3 de junio. Los rumores indicaban que Falcao acompañaría a su seleccionador en rueda de prensa, por lo que los augurios no eran buenos, y así fue, los malos presagios se confirmaron. Luis Amaranto Perea, Luis Muriel y Radamel acompañaban a su técnico para comunicar que eran los tres descartes.
El delantero, jugador estrella de la selección, mostraba su tristeza y comunicaba que él no estaba al cien por cien y sí sus compañeros. Él tenía que dar paso a los demás y apoyaría a la selección Colombia (como la llaman ellos). El propio Falcao fue el dueño de la decisión. Así lo creyó oportuno. Minutos más tarde insistió en Twitter con las siguientes palabras: “hoy sólo puedo sonreír por haberlo intentado hasta el final”. Esta es la mentalidad de un peleón, de un inconformista que siempre ha luchado por ser el mejor jugador y persona posible. Porque el ser humano puede resignarse o levantarse. Radamel Falcao nunca se resignó, haciendo buenas unas palabras que me decía a mí una persona a la que quiero mucho: “un perdedor no es aquel que queda el último sino aquel que se queda sentado diciendo yo no puedo hacerlo”. Falcao no irá al mundial pero sin ningún tipo de dudas nunca nadie podrá decir que es un perdedor.