Lamentablemente para nuestro sentimiento patrio, la selección española sub 17 cayó el pasado sábado en la final del Europeo ante un rival que reflejaba las mismas señas, intensidad ofensiva, rigor defensivo y hambre de título, Portugal (será que por algo compartimos Península). La selección lusa conquistó desde los once metros un campeonato que le era escurridizo en los últimos trece años, reinstaurando así la condición de Portugal como una de las mejores canteras de Europa, pues no en vano, ya había ganado anteriormente en la categoría sub 17 cinco veces (de las cuales, dos las ganó también ante España en la final).
En esta edición que se desarrolló en la exótica Azerbaiyán se ha mostrado al Planeta Fútbol una selección llena de talento, con un colectivo muy bien trabajado por Hélio Sousa, entrenador que está dejando huella en las jóvenes promesas del equipo de las quinas.
Después de haber batido a la anfitriona Azerbaiyán (5-0), Escocia (2-0), Austria (5-0) y Holanda (2-0), y sólo haber registrado una tablas (0-0) ante una de las favoritas, como Bélgica, en la fase de grupos, el combinado portuguesa se plantó en la final ante la poderosa España, que llegaba con la vitola del gran candidato tras dejar en la cuneta a Italia y Alemania. Así los lusos conscientes de que estaban ante una excelente oportunidad de volver a la senda de los títulos en el fútbol juvenil, desarrollaron un trabajo bien definido a todos los niveles (táctico, técnico, físico y mental) para plantar cara a una España que dio su brazo a torcer en la tanda de penaltis.
Portugal consiguió este hito construyendo una base que mezcla la solidez defensiva de un cuarteto con marcado acento ‘portista’ con el trabajo incansable, talento y capacidad de finalización de un mediocampo y frente de ataque con fuerte presencia benfiquista. En la portería estuvo uno de los baluartes de esta selección, Diogo Costa. El guardameta del Oporto juvenil, que ya ha sido llamado para trabajar con el primer equipo además de ser convocado para la selección sub 21 que dirige Rui Jorge, mostró siempre una seguridad fuera de lo común, destacando por su gran físico, unos reflejos felinos y una enorme agilidad.
La línea defensiva más utilizada tuvo en los laterales las principales figuras. Diogo Dalot, del Oporto y Rúben Vinagre, del Mónaco, fueron auténticos puñales garantizando una constante profundidad ofensiva, con el lateral derecho, Dalot, también aportando una admirable capacidad de recuperación defensiva. En el centro de la zaga, los mariscales Diogo Queirós y Diogo Leite (ambos del Oporto) que se anticipaban y cortaban las ofensivas rivales con soltura, garantizando que el área fuese una zona práticamente impenetrable para sus rivales.
En el centro del campo, el sportinguista Miguel Luís demostró su enorme versatilidad y capacitación ofensiva, convirtiéndose en el primer gran referente del equipo, después de la goleada inicial frente a Azerbaiyán. Sin embargo, el trío que acabó por destacar fue el compuesto por Florentino (Benfica), Gedson Fernandes (Benfica) y Domingos Quina (West Ham United). Florentino es el punto de equilibrio, el centrocampista más retrasado que recupera el cuero y lo distribuía habitualmente con criterio. Gedson fue uno de los jugadores todoterreno, con grande amplitud de juego, mostrando similitudes con un ‘box to box’ como Renato Sanches. Quina es de los tres, el que posee el toque de pelota más refinado, mostrando una calidad y una capacidad de pase excelsa.
Ofensivamente, la selección luso dependió de la capacidad anotadora de José Gomes (Benfica), el máximo anotador del torneo con siete goles. Instintivo, físicamente poderoso y con olfato de gol, fue uno de los jugadores que más maravilló a Europa durante estas semanas. Junto a él, dos compañeros del Benfica, de características diferentes pero de gran utilidad: João Filipe, uno de los jugadores más creativos de esta hornada y Mesaque Djú, un extremo rápido e incisivo a la hora de atacar el área rival.
Un equipo, que aunque se impuso en la lotería de los penaltis, fue capaz de anular a las grandes promesas españolas como Brahím Díaz, Mboula, Busquets o Morlanes, y dejar la constancia de que muchos de estos jugadores tienen bastante que decir en el futuro.