Fue el capitán de los campeones del mundo en 1966, el héroe de toda una nación, el jugador insignia del West Ham United, «mi mano derecha», en palabras del seleccionador inglés, Alf Ramsey. «Gentleman Bobby Moore», como le llamaba Franz Beckenbauer, murió en 1993 a la edad de 51 años, a causa de un cáncer de hígado. Pero su memoria perpetuado por una estatua en la entrada del estadio de Wembley, está más vivo que nunca. El periodista de The Times, Matt Dickinson, ha publicado recientemente una biografía, que desentierra la cara menos amables de Moore, la de su adicción al alcohol que terminaría costándole la salud.
El día de su trigésimo sexto cumpleaños en abril de 1977, cuando aún le quedaban algunos meses por jugar defendiendo la camiseta del Fulham, Moore casi pierde su vida, y la de su hijo Dean de nueve años, tras destrozar su Daimler en un violento accidente. Robert Frederick Chelsea Moore triplicaba la tasa de alcoholemia y como consecuencia se le aplicaron una multa de 150 libras y retirada del carnet de conducir por un año. Pero no fueron los últimos años como futbolista cuando Bobby se ahogaba en la cerveza y el gin tonic, ni tampoco cuando abrió su propio pub en Stratford, en el este de Londres, en 1976, donde George Best y Frank Lampard senior eran sus mejores clientes. Ya en los tiempos del West Ham de Ron Greenwood, equipo que tiene el honor de ser el más dipsómano en la historia del fútbol inglés, Moore fue venerado por sus compañeros como «el rey de los borrachos», un tipo con la habilidad de encadenar litros de alcohol en una fiesta antes de llevar a sus amigos a casa en su flamante Jaguar.
Cuentan que un joven jugador de los ‘hammers’ se encontraba lesionado justo antes de cerrar su fichaje por el conjunto londinense, para curar su aflicción Moore se llevó al muchacho al Black Lion, pub que frecuentaba los futbolistas del West Ham, y le hizo el siguiente cuestionario: «¿Cuál es tu problema?», preguntó Bobby. «Estoy lesionado, revocarán mi fichaje», respondió el zagal. «Vale. ¿Puedes sentarte en el taburete?». «Sí». «¿Puedes poner el codo sobre la barra? «. «Sí». «¿Puedes levantar la pinta?». «Sí». «Pues entonces bienvenido al West Ham», sentenció el defensor nacido en el condado de Essex. Según Harry Redknapp, compañero de hazañas por aquel entonces, el lema de Moore era «se gane o se pierda, que no falte la bebida».
En su etapa como entrenador del Southend United a mediados de la década de 1980, Moore normalmente no se encontraba en el vestuario de su equipo diez minutos antes del saque inicial, teniendo el fisioterapeuta que verse obligado a llenar el acta en su lugar y decidir la alineación para el partido. Bobby estaba demasiado ocupado para disfrutar de un pub con su gran amigo Malcolm Allison, quien había puesto como asistente. Otro detalle más de una vida fermentada que se segó de forma prematura, ensombreciendo así una carrera brillante.