En nuestra tierra hay un viejo dicho que se repite y nos repiten a lo largo nuestras vidas, una y otra vez, en innumerables temas personales y laborales. El proverbio al que hago referencia es «Segundas partes, nunca fueron buenas». El Betis, tanto en institución como en afición, es dada a ser muy cariñosa con los que tienen éxito, pero al mismo tiempo, algo olvidadiza de los peores momentos. Esto nos ha llevado a la vuelta de Pepe Mel al banquillo verdiblanco, casi por clamor popular.
Negar los primeros éxitos del técnico madrileño en Heliópolis durante su primera etapa sería injusto. Su ascenso y su clasificación a Europa League están ahí. Esto, y su pasado como jugador verdiblanco, le consegró y le permitió tener un crédito que pocos entrenadores han terminado de conseguir en el Villamarín. Eso le ha servido para volver a lograr ser, de nuevo, el míster en la Avenida de La Palmera. Ahora bien, la senda Pepe Mel no garantiza el éxito del nuevo proyecto en ningún caso y hay ciertas cuestiones que tratar con delicadeza. Los aficionados no deben olvidar que bajo el mandato del madrileño el Betis iba último en Primera División, que fue él quien aprobó la mayoría de fichajes nacionales en el año del descenso, que era él quien no tenía mano izquierda para defender a sus jugadores tras los encuentros y ante los béticos.
Estas razones no son las únicas por las que el camino de Mel no garantiza la vuelta a Primera. Pasando ya a este año y en el aspecto futbolístico, el Betis está espeso en la construcción del juego ofensivo y le cuesta hilvanar tres pases seguidos. El equipo está carente de profundidad y de un plan de ataque prefijado. La defensa sigue siendo otro quebradero de cabeza, como en la primera etapa del madrileño. La inseguridad de la zaga, tanto a balón parado como en posicionamiento, constrata mucho con el periodo de tiempo en el que estuvo Juan Merino en el banco de las trece barras.
El de la Línea de la Concepción se ganó algo más que el respeto de todos recuperando un equipo totalmente descompuesto y sin alma. Después de la etapa Velázquez, el plantel no se encontraba ni física, ni táctica, ni anímicamente. Creó un once sólido y duro atrás y una ofensiva eficaz y rápida. Merino fue capaz de levantar lo que parecía perdido, de ponerlo todo para pelear por el ascenso y dejar un legado perfecto para que Mel remate el trabajo. Merino ha creado grandes expectativas, tanto en el filial como en la escuadra sénior. Su paso dirigiendo a los mayores dejó tan grata y buena impresión que consiguió ganarse el cariño de la afición, lo cual desembocará en que más temprano que tarde tenga su segunda oportunidad para ser el técnico del primer equipo del Betis.
A pesar de todo esto, el estadio no puede volver a ser, cada quince días, un juicio público de partidarios contra detractores de Mel. El grito debe ser unánime: ¡BETIS! Ya que sin esa unión, el conjunto de las trece barras no volverá al sitio que le corresponde por historia.