Las huelgas en el fútbol, o en cualquier otro deporte, no es algo inédito como ya se vio en nuestra liga la temporada 84/85 o en la NHL de hockey hielo en 2005 donde no hubo siquiera temporada. La diferencia salarial que hay entre mujeres y hombres donde ellas estadísticamente suelen cobrar menos que ellos, tampoco es algo nuevo. Juntando estos dos factores, se llega al episodio que ha puesto, una vez más por cuestiones negativas, al fútbol femenino en todas las portadas: la huelga de la integrantes de la selección femenina de Australia por cuestiones monetarias.
Las ‘Matildas’, el sobrenombre por el que son conocidas las australianas, tenían dos partidos programados en los Estados Unidos para los días 17 y 20 de este mes de septiembre. La expectación de ver a las flamantes cuartofinalistas del pasado mundial habías cristalizado en sesenta mil entradas vendidas, pero finalmente esos partidos no se disputaron ya que las internacionales australianas se declararon huelga por cuestiones contractuales, boicoteando incluso el ‘stage’ previo al viaje a tierras americanas.
Las futbolistas australianas llevan varios meses en lucha por un nuevo contrato colectivo de trabajo, y ante la pasividad de su federación han tomado esta determinación. Según dijo la cancerbera Lidya Williams, al portal BuzzFeed «en los dos últimos meses, no hemos recibido ni un céntimo y ya hemos agotados todas las posibilidades de llegar a un acuerdo de crear una plataforma de apoyo al fútbol femenino que solucione estas incidencias». Las pretensiones reales de las Matildas es obtener la igualdad de salarios y de oportunidades (en relación con los hombres) además de una sustentabilidad a la hora de desarrollar su carrera profesional (algo que no ocurre en España, donde el fútbol femenino no es profesional).
El sindicato de futbolistas australianas refleja que ellas tienen un trabajo a tiempo completo, mas que reciben un salario de un trabajo a tiempo parcial. En el pasado mundial de Canadá 2015, las Matildas recibieron 311 euros como prima por disputar cada partido de la fase de grupos (donde ganaron uno, empataron otro y perdieron contra las campeonas, Estados Unidos), y ya en la segunda fase, vencieron en octavos a Brasil (uno de los verdugos de España) para luego caer contra las nadeshiko niponas en cuartos. Por contra, en Brasil 2014, los integrantes de la selección masculina de Australia tuvieron como prima por partido unos 4.600 euros, y eso que los «socceroos» perdieron todos sus partidos en un grupo temible ante Chile, España y Holanda.
Con una media de 12.700 euros ganados al año a jornada completa, las Matildas piden más, pero no son las únicas. Sus homólogos masculinos también lo hicieron. Los «socceroos» boicotearon una acción publicitaria justo antes del partido de las fases clasificatorias para Rusia 2018 contra la selección de Bangladesh, y además mostraron su apoyo a las Matildas en sus reivindicaciones. Porque más allá de las diferencias abismales que hay entre distintos sexos en cuanto a cuestiones salariales, el fútbol femenino también recoge desigualdades entre las mismas futbolistas según el país en el que practiquen este deporte.
Si comparamos a la estrella de la selección de Inglaterra (donde el fútbol es semiprofesional desde 2011) con una de las figuras de Estados Unidos, es decir Steph Houghton (Manchester City) con Alex Morgan (Portland Thorns), vemos que la primera combina un salario anual de 83.600 euros con unos 5.400 euros por contratos de patrocinio logrando así total anual de 89.000 euros, mientras que la norteamericana, por su parte, recibe un sueldo anual de 274.100 euros al que suma jugosos ingresos publicitarios que le reportan 2’6 millones de euros, haciendo un total de 2.874.100 euros de ganancias anuales. Una diferencia también sustancial.
La FIFA que sigue dando pequeños pasos en pro de potenciar el fútbol femenino y reducir un poco más la desigualdad, como pudo verse en Canadá 2015 al dotar al campeón del certamen con un premio de 13’3 millones de euros, cantidad que duplicaba la cuantía del pasado mundial de 2011, debería poner toda la carne en el asador e invertir en un plan integral de apoyo a las futbolistas para que luchas por la dignidad como las que protagonizan las Matildas tengan sentido.