Desde hace años y con el correr del tiempo, Ezequiel Iván Lavezzi se ha consolidado como uno de los grandes apellidos del fútbol europeo. Pero, al igual que algunos compañeros de su selección, no ha encontrado el espacio para afirmarse y ser un indiscutible en el once inicial, acabando como otro tapado por la constelación de los fantásticos delanteros de la albiceleste.
Sus primeros pasos con el balompié fueron modestos, los de un chico de pueblo que sueña con llegar alto. Nacido en mayo de 1985 en Villa Gobernador Gálvez (Santa Fe), Lazezzi empezó a los cuatro años en el club local Sol Naciente de fútbol siete. A los doce dio el salto al fútbol tradicional en el Coronel Aguirre, que dejó por un tiempo hasta que los dirigentes lo convencieron para volver a jugar un partido en el que le decían que habría espectadores y representantes. Aceptó, jugó y un representante que fue a verlo adquirió su pase y lo hizo debutar con quince años en el primer equipo. De ese momento Ezequiel afirma en su sitio web: “La recuerdo como una etapa rara y curiosa. Mi hermano me incentivaba continuamente, insistía en que tenía la pasta para convertirme en un verdadero jugador de fútbol. Del otro lado mi madre, que quería que estudiara o trabajara para echarle una mano a la familia”. Cinco meses más tarde de su debut, su representante lo llevó a una prueba en el Fermana de Italia, pero por no tener pasaporte comunitario se volvió a Argentina para otra prueba en las inferiores de Boca Juniors, donde fue rechazado. Sobre ese momento recuerda: “Una experiencia corta y problemática: no lograba integrarme así que por segunda vez en mi vida decidí dejar el fútbol. Tenía apenas dieciséis años entonces y me volví a mi ciudad para trabajar como electricista, ayudando a mi hermano”.
Pero el destino le tenía reservada una sonrisa. Sólo tres meses después de aquella decisión, conoció a Eduardo Rosetto y Alejandro Mazzoni, sus apoderados hasta hoy, que en 2003 lo llevaron a realizar una prueba en el Estudiantes de Caseros, tradicional club de las categorías de ascenso de la AFA, que desde 2001 se encuentra en la Primera B Metropolitana (Tercera División). Esta vez tuvo éxito, y tras cinco partidos en la cantera se entrenó y debutó con el primer equipo antes de cumplir los dieciocho años. Esa temporada, la 2003/2004, el “pincha” (apodo idéntico al de su homónimo de La Plata) hizo una muy buena campaña y Lavezzi tuvo mucho que ver. No tanto en el Apertura 2003, cuando su equipo fue octavo y donde marcó sólo cinco goles, pero sí en el Clausura 2004, en el que lo impulsó con doce goles a pelear el ascenso a Segunda (B Nacional) hasta la última jornada, aquella apasionante definición donde había siete u ocho conjuntos con posibilidades y Sarmiento de Junín fue el ganador. Por lo que en la temporada completa, Lavezzi sumó diecisiete tantos en 39 partidos y ayudó al conjunto blanquinegro a colocarse quinto en la general, rozando la clasificación del torneo Reducido por el segundo ascenso.
Tamañas actuaciones hicieron que el Genoa italiano lo viera y le fichara pero lo cediera a San Lorenzo de Almagro, con lo que Lavezzi pasó a jugar a un equipo de dos divisiones superiores. El cambio no sólo no le hizo mal, sino que allí explotó como asistente y goleador: con seis tantos contribuyó a la quinta plaza en el Apertura 2004. Y así fue convocado por Francisco Ferraro para la selección sub 20 que disputó el Campeonato Sudamericano de Colombia y se clasificó en tercer lugar para el Mundial de Holanda de la misma categoría, que luego ganaría. En esas citas Ezequiel fue parte del banquillo junto a nada menos que Lionel Messi y Sergio Agüero y marcó un solo gol ante Chile, en un plantel donde también estaban Óscar Ustari, Pablo Zabaleta, Ezequiel Garay y Fernando Gago. El delantero cuenta en su sitio web: “Recuerdo el 2004 como un año inolvidable de mi vida, con aquella increíble convocación para la selección sub 20. Un entusiasmo que no se puede contar y que al recordarlo hoy me hace temblar de emoción. Fue desde ese día, de mis comienzos en la selección sub 20, que me convertí en “El Pocho” para todos”.
Justamente sus compañeros del juvenil, entre ellos su coterráneo Lautaro Formica, le pusieron su apodo que traía de su infancia por Pocholo, un perro suyo. Su rendimiento allí y en San Lorenzo fue tan bueno que el club de Boedo decidió comprarle al Genoa el cien por cien de sus derechos por 2.200.000 dólares y así tenerlo en sus filas,que integró por tres años y se consagró en junio de 2007 como campeón del Clausura bajo la dirección técnica de Ramón Díaz. Previamente, en abril de ese año fue llamado por primera vez para la selección mayor, dirigida entonces por Alfio Basile, en la que se estrenó en un amistoso contra Chile (0-0), reemplazando a Rodrigo Palacio en el segundo tiempo con un rendimiento no muy bueno.
Tras finalizar esa exitosa temporada, comenzó su aventura europea cuando el Nápoles, que acababa de regresar a la Serie A italiana, lo fichó en algo más de seis millones de euros. Allí estaría cinco temporadas y se ganaría el cariño de los ‘tifosi’ por su velocidad y su regate relámpago; al final de su primera estadía firmó la extensión de su contrato hasta 2015. Mientras tanto, 2008 fue otro gran año para él ya que integró la selección que se alzó con la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Pekín junto a otras figuras como Messi, Riquelme, Agüero, Di María.
Tras su experiencia olímpica, en noviembre, llegaría su debut en la absoluta albiceleste de Diego Maradona, en un encuentro amistoso ante Escocia en el que partió como titular. Si bien ‘el Pelusa’ lo tuvo en cuenta muchas veces, no lo llevó finalmente al mundial de Sudáfrica 2010, aunque formó parte de la lista previa de 30 futbolistas. En 2011 marcó su primer gol con la absoluta, en el 4-0 a Albania, y disputó la Copa América y las eliminatorias para Brasil 2014, pero nunca terminó de ser titular, alternando presencias con suplencias.
La campaña 2010/11 terminaría con un éxito en el Nápoles, al lograr la clasificación para la Liga de Campeones por primera vez tras 21 años, además de lograr la Copa Italia tras vencer a la Juventus por dos tantos a cero. De esa forma victoriosa se marchó al París Saint-Germain, que lo firmó por nada menos que 31 millones de euros, una enorme cantidad por la cual el argentino ofreció de contrapartida un arrojo que cristalizó en tres Ligue 1 (2013, 2014 y 2015), tres supercopas (2013, 2014 y 2015), dos Copas de la Liga (2013 y 2015) y una Copa de Francia ese primer año, conformando una gran dupla ofensiva junto al uruguayo Edinson Cavani, su antiguo compañero en el Nápoles y consolidando su apellido como uno de los renombrados de Europa.
No le fue igual con Argentina, donde aunque recibió más convocatorias siempre tuvo por delante suyo a los Messi, Higuaín, Agüero o Tévez. Igual tuvo la oportunidad de su primer Mundial en Brasil 2014, en el que debutó ante Irán, entrando por Higuaín en la segunda parte y dándole a Messi el pase para que éste marcara el golazo del 1-0. Después tras la lesión de Agüero ante Nigeria, Lavezzi ocupó su puesto y logró ser una de las figuras, y titular en los demás partidos aunque no los terminó, especialmente la final con Alemania (0-1) donde tras una buena tarea ofensiva salió en el descanso dejando su lugar a un recuperado Agüero, que no rindió como él. Así fue parte de los 23 subcampeones del mundo, posición que repitió en la pasada Copa América de Chile donde también integró el plantel de Gerardo Martino. Famoso también por sus apariciones en las redes sociales y por ser fundador de la Asociación Civil Niños del Sur de ayuda a niños y preadolescentes de Villa Gobernador Gálvez, no hay dudas de que es una estrella para los aficionados del fútbol europeo y mundial. Pero como varios compañeros suyos de selección, aún no ha mostrado allí todo lo que podría. Una estrella por ahora errante que sigue titilando con luz propia en el Viejo Continente.