La década de los 60 fue crucial para entender la evolución del fútbol. A partir de esos años el balompié transmutó en una serie de sistemas y maneras de concebir este deporte que, salvo excepciones como la Holanda de los 70, el Milan de Arrigo Sacchi de finales de los 80 o el Barcelona de Guardiola, estuvieron marcados por planteamientos más defensivos. Fue un proceso paulatino que fue arrancando futbolistas de la delantera para poblar el centro del campo y reforzar la defensa. Es el fútbol que hoy conocemos. Pero hasta esos años el fútbol era otra cosa. La década de los 60 fue una época de esencia y de pizarras al ataque. Y ese fútbol virginal tuvo hace 50 años un inolvidable exponente, el Real Zaragoza. Un equipo que logró que muchos niños de diversos rincones de España se enamorasen del fútbol. Era el equipo de Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra… ‘los cinco magníficos’.
Si uno repasa el palmarés del club maño encontrará un lustro jalonado por tres títulos y seis finales a mediados de los años 60, cuando el Zaragoza se hizo grande en España y en Europa, como corroboran las dos finales de la UEFA (Copa de Ferias por entonces) jugadas en 1964 y 1966, de las cuales salió vencedor en la primera. Fue el año en el que el mundo del fútbol miraba a la capital aragonesa. 1964: Un equipo extraordinario se había gestado, un equipo que no hacía otra cosa que jugar bien, atacar y, casi siempre, ganar. Ese año el Real Zaragoza ganó la Copa de España ante el Atlético de Madrid con goles de Lapetra y Villa. Y sólo unos días antes había derrotado al Valencia en la final de la Copa de Ferias celebrada en Barcelona con Villa y Marcelino como anotadores.
¿Existía guinda alguna para coronar semejante pastel? Sí, la había: ese mismo año España se proclamó por vez primera campeona de Europa de Naciones tras vencer en la final a la poderosa Unión Soviética del mítico Lev Yashin, inabordable guardameta para muchos, pero no para un zaragocista, Marcelino, autor del histórico tanto a cinco minutos del final que dio el título a España. Fue una década prodigiosa en la que ‘los leones maños’ no cesaron en el acecho de éxitos. Cuatro finales consecutivas de Copa de España entre 1963 y 1967, dos títulos incluidos, más el mencionado entorchado europeo al que acompañó la final de dos años más tarde en la misma competición. Y siempre entre los cinco primeros de la liga española.
Pero son muchas las crónicas que repasan las gestas del gran Zaragoza. Estas líneas no son para enmarcar sus números, sino para agrandar su mérito y destacar su leyenda. Lapetra, Villa y Marcelino son para muchos los más recordados de aquel equipo. Pero la mítica delantera se completa con otros dos nombres sin los que no puede ni debe entenderse el nivel que alcanzó este conjunto: Santos y Canario.
Muchos aficionados ya veteranos del Zaragoza siguen recordando hoy a Santos como el sostén de aquella fabulosa delantera. Jugador canario, Santos fue durante diez años un referente para la afición debido al derroche físico que imprimía a su juego. No hubieran sido tantas las cabalgadas de Canario, los pases de Lapetra, ni los goles de Marcelino y Villa no de haber contado con “un jugador que vale por cinco del contrario” como señaló una crónica de la época. De alguna manera encarnaba el león del escudo que figura en la casaca zaragocista. Ese era Santos, jugador todoterreno que engrandecía a sus compañeros y que, por si fuera poco, también tenía gol. Casi 100 goles como jugador del Zaragoza. Fallecido en 2008 e internacional por España en una ocasión, Santos será siempre el equilibrio de los ‘Magníficos’.
Canario (Darcy Silveira dos Santos) fue clave en los éxitos cosechados en La Romareda. Llegó tristón a Zaragoza en el verano de 1963, tras un año sin pena ni gloria en el Sevilla. Pero tenía buen cartel este brasileño que destacaba más por su velocidad y por su carácter que por los malabares con el balón. No obstante formó en aquella mítica delantera del Real Madrid que se proclamó campeón de Europa en 1960 con Di Stéfano, Gento, Puskas y Del Sol a su lado. Aunque tampoco en la escuadra madridista dio lo mejor de sí… cosa que sí hizo en el Zaragoza: 35 goles en cinco temporadas y muchas tardes de gloria para un jugador que fue internacional en siete ocasiones con Brasil y que probablemente habría acudido a más partidos de la ‘verde-amarela’ de no haber sido porque el titular en su puesto era un tal Garrincha.
Marcelino, el famoso Marcelino. Fue un atacante memorable. El delantero de los años 60 tiene la imagen de Marcelino. Goleador feroz y rematador de cabeza genial, el futbolista gallego fue mucho más que el autor de aquel recordado tanto a Yashin en la final de la Copa de Europa de Naciones. Fue el terror de los guardametas rivales de la época, un goleador en estado puro que llegó a la capital maña siendo futbolista amateur de Ferrol… y que sigue siendo en la actualidad el máximo anotador de la historia del Zaragoza con 116 tantos en once temporadas.
Villa era el artista. Toda mítica delantera, como todo elenco, tiene un artista y Juan Manuel Villa era el portador del arte en esta quinta. Jugador sevillano, tenía claro desde niño que triunfaría en esto del fútbol. No se entiende de otra manera su determinación para marcharse aún imberbe a Madrid en busca de su sueño. Fue así como se fogueó en los escalafones inferiores del Real Madrid, debutó en Chamartín y jugó un año cedido en la Real Sociedad. Era suficiente. El período de formación había concluido. Ya estaba preparado para ser un futbolista puntero. Y así fue como llegó en 1962 al Zaragoza para liderar con su habilidad una delantera que marcaría una época. Para el recuerdo quedan sus decisivos goles en las dos finales del 64. Al igual que imborrable debió ser su debut con la selección española en Sevilla, la tierra que le vio nacer.
Y para cerrar la terna, la estrella. Porque, al igual que el rol de artista, todo elenco tiene también una estrella, un líder, y ese fue seguramente Carlos Lapetra. Este “oscense de Zaragoza” como alguna vez él mismo dijo, no fue un futbolista cualquiera. Lapetra, fallecido en 1995, fue uno de los precursores del futbolista moderno. Genial centrocampista de calidad y clase, referente de la época, con la visión desde la posición de interior que sólo los más grandes poseen, goleador… Lapetra, titular indiscutible de España en la Eurocopa del 64 y en el Mundial de Inglaterra 66, era considerado en los años 60 unos de los mejores jugadores del continente. Todos los grandes de Europa querían ficharle, el Real Madrid, el Barcelona, el Inter de Milán… pero Lapetra ya jugaba en un grande.
Estos cinco nombres lideraron a un equipo legendario. Leyenda forjada a base de grandes tardes de fútbol, como la del once de mayo de 1966. El Zaragoza llevaba ya dos años deslumbrando con su juego y jugaba la semifinal de la Copa de Ferias ante el Leeds United de Don Revie y John ‘Jack’ Charlton. Era el partido de desempate, en Elland Road y con una plaza para la final en juego. En media hora los maños sentenciaron el encuentro. Treinta minutos antológicos en los que el Zaragoza marcó tres goles, desarboló al Leeds y se ganó la admiración de todos. Los aficionados ingleses quedaron tan asombrados por el juego de los aragoneses que con sus ovaciones obligaron a salir en repetidas ocasiones a los futbolistas maños para saludar a los hinchas del equipo rival. Era el homenaje al fútbol total, al fútbol de ataque y de clase que esos jugadores representaban. Esa noche, un periodista mencionó por primera vez al “equipo de los cinco magníficos”.
La leyenda creció. Y la leyenda permanece hoy en el corazón de todos los zaragocistas y en el recuerdo de todos los que vieron jugar a aquel formidable plantel. Porque he ahí otro de los méritos que logró el conjunto aragonés: independientemente del equipo al que la gente apoyase en la España de los 60, todos eran también del Zaragoza. Sólo hay que preguntar a quienes lo vieron jugar. A esos niños de los años 60 que crecieron siendo aficionados al fútbol y que son hoy padres de familia. Ellos, conocedores del fútbol en su más bella época, aún recuerdan a Santos, Canario, Villa, Marcelino y Lapetra. Si se les preguntan, ellos hablarán del Zaragoza de ‘los cinco magníficos’.