El devenir de la temporada 2013/2014 en la división de plata del fútbol español ha vuelto a sacar a la palestra una idea que parecía olvidada en un cajón. Aunque aún sea un poco pronto, los filiales de Barcelona y Real Madrid no están precisamente en su mejor posición (a dos y un punto del descenso a Segunda B respectivamente). Lo que hace replantearse una iniciativa que la LFP intentó patentar en el año 2008: una liga de filiales.
Este proyecto fue ideado por Roberto Olabe (exguardameta de la Real Sociedad o el Alavés, además de director deportivo de Valladolid o Almería) y Ricardo Resta (coordinador del fútbol base, secretario técnico y director deportivo del Nàstic, entre otros), y consistía en una competición exclusiva y cerrada, sin posibilidad de ascensos ni descensos (lo que en cierto modo resta el nivel de competitividad), en la que participarían siempre los filiales de los 42 equipos, que en ese momento, estuviesen en las dos categorías principales de la liga de fútbol española.
Por aquel entonces, y con casi todo a favor, los clubes de Segunda B se negaron a firmar un acuerdo. Alegaban que la presencia de los filiales en esta división era una de las bazas que mejor repercutían en sus mermadas arcas. No es por menospreciar pero los partidos contra los filiales siempre cuentan con una mayor repercusión a la hora de vaciar las taquillas.
Sin embargo, no éste el único inconveniente. Debería ser la LFP la que se hiciera cargo de costear los gastos de esta nueva liga independiente y, nunca ha estado la cosa como para tirar cohetes. Además, una vez puesto en marcha el invento, tendría que reestructurar la Segunda y Segunda División B para los equipos sin filial asumiendo la difícil tarea de contentar a todas las partes; y si por algún causal el proyecto no llegara a buen cauce, volver a lo inicial, lo que sería una auténtica locura y traería un montón de quejas.
Otro punto en contra lo encontramos en los ejemplos de Inglaterra o Italia. Sus selecciones jóvenes no han cosechado muy buenos resultados en pruebas internacionales como la Eurocopa o el Mundial (Italia no estuvo presente en el pasado mundial sub-20, aunque hizo un muy buen europeo sub-21, e Inglaterra decepcionó claramente en ambos campeonatos tropezando en la primera ronda del torneo final, por poner un ejemplo). Todo porque los futbolistas que acuden a esas citas juegan en una Liga de filiales que se supone menos competitiva, mientras que España ha logrado siempre buenos resultados con la cantera de la absoluta, al estar nuestros futbolistas más curtidos en el ritmo de la competición.
En este sentido, y aunque algunos aspectos del proyecto de Olabe y Resta sí me parecen interesantes, como el hecho de que un jugador del primer equipo con una lesión de larga duración pueda jugar con el filial para ponerse a tono, creo que la iniciativa de una liga de filiales no es lo mejor para España. Si se implantara, volveríamos a ver cómo los filiales de los equipos grandes se llevan la mayor parte del pastel en cuanto a patrocinios y derechos televisivos, y eso ya lo vivimos con la liga actual. Además, puede que sea necesaria una reestructuración en la Segunda División B (la LFP asegura que hay demasiados grupos y preferiría sólo 3), pero si hasta ahora el sistema que tenemos en España ha funcionado (sin querer entrar en mejoras minuciosas), no veo motivos para tener que cambiarlo. Puede que nuestros vecinos europeos acierten en algunas cosas, pero como dice el refrán: “Más vale lo malo conocido”.