«Si acabo mi carrera sin lograr título alguno, pero ayudando a construir escuelas en Sierra Leona, mi carrera habrá sido todo un éxito», una frase que defina la personalidad del jugador revelación de la Major League Soccer, Kei Kamara. Un delantero, que milita en el Columbus Crew, con una historia de superación que a sus 31 años ha hecho la mejor temporada de su trayectoria, algo que sólo le alegra si sirve para una única cosa, ayudar a los demás.
Esta campaña fue el máximo goleador del campeonato norteamericano con 22 tantos, los mismos el ex del Juve, Sebastian Giovinco. Sin embargo, el atacante italiano del Toronto FC fue el que se llevó el galardón de la Bota de Oro de la MLS gracias a que dio mayor número de asistencias. También sería el propio Giovinco el que le privara a Kei Kamara el ser MVP de la temporada, al terminar el sierraleonés, algo que se uniría a otro sin sabor más cuando hace poco más de una semana, perdería la final de la Major League Soccer ante el Portland Timbers del argentino Diego Valeri (ex del Almería).
Pese a ser un Poulidour (ciclista francés que pasó a la posteridad como el ‘eterno segundo’) esta campaña, el delantero sierraleonés está en el mejor momento de su carrera deportiva, carrera que ha sido una historia de superación al estar marcada por un traumática infancia en su país de origen. Kei llegó a los Estados Unidos con dieciséis años, huyendo de una guerra civil que desangró a su país y le hizo pasar más de un año en un campo de refugiados en la vecina Gambia.
«Crecí en una familia llena de amor y muy muy grande. Tenía sólo seis años cuando mi madre se fue a los Estados Unidos y me dejó con su hermana más mayor, el mismo año en que comenzaría la guerra civil en Sierra Leona (1991)» cuenta el propio Kei Kamara en un especial del programa MLS Inside.
Así Kei se fue adaptando a una nueva realidad llena de horrores. Ráfagas de metralletas, masacres a la vuelta de la esquina, cuerpos en las calles escoltados por buitres… además de la tentación de convertirse en un niño soldado y combatir del lado de los rebeldes.
«Los hijos de mi tía eran como si fuesen mis hermanos. Cuando creces en un ambiente de guerra civil no hay muchas opciones. Los rebeldes llegabas a las ciudades e intentaban reclutar niños soldado. Uno de mis ‘hermanos’ decidió alistarse, así como una de mis ‘hermanas’. Sólo que ella pasado un tiempo cambió de idea, y pidió si podía volver a casa. Ellos dijeron que sí, que no había problema para que volviera con su familia. En cuanto les dio la espalda… la vida se terminó para ella» desvela Kei este episodio que aún hoy le provoca pesadillas así como otros de los que también da testimonio: «Recuerdo muy bien otro día. No sé que edad tenía, tal vez diez u once. Me acuerdo que soldados del Régimen capturaron a unos rebeldes, los ataron y los colocaron en el suelo. Como éramos sólo uno niños, decidimos ir a curiosear. Fueron todos ejecutados en nuestra cara. Algo que nunca debería ver un niño».
El fútbol era por entonces la única vía de escape. El balón permitía la evasión momentánea de una realidad grotesca, sin esperanza que teñía las calles de sangre. «Me levantaba por la mañana y había cadáveres en las calles y buitres comiendo su carroña. Así que tras sortear algo a lo que nos estábamos acostumbrando cogíamos nuestra única pelota y jugábamos. Sin torneos, sin porterías, sólo el hecho de jugar. Nuestro campo era donde encontrábamos hueco y allí nos pasábamos las horas hasta la caída de la noche o cuando empezaban los tiroteos».
Esa fue la vida de Kei Kamara y de todos los niños durante más de una década. Oficialmente, la guerra civil de Sierra Leona terminó en enero de 2002, dejando una cifra de cincuenta mil muertos y 2,5 millones de personas desplazadas de sus hogares. Kei y su familia escaparon antes del final del conflicto, cuando pusieron en riesgo su vida al embarcar en un frágil bote de pesca con destino a Gambia. «Dejamos todo lo que teníamos y nos metimos en un bote rumbo a Gambia. Una vez llegamos allí, nos acogimos a un programa de refugiados y tuvimos que quedarnos allí en un campo de refugiados a la espera que nos dieran el asilo en Estados Unidos. Estuve allí cerca de dos años, yendo a la escuela, y ya pensábamos que nos íbamos a quedar allí, pero finalmente nos dieron el asilo», recuerda el ariete del Crew.
Así en 2003, con dieciséis años, Kei y su familia se establecieron en Hawthorne una población cercana a Los Ángeles (California). Allí tuvo dificultades de adaptación a su nueva vida, pero por fortuna el fútbol surgió como vía para integrarse plenamente en la sociedad norteamericana. Así Kei Kamara ingresó en el Dominguez Hills Toros, el equipo de ‘soccer’ de la universidad California State, donde rindió tan bien que en un par de años pasó al escalón semiprofesional con el Orange County Blue Star de la Liga de Desarrollo. Tras un año en el Condado de Orange donde siguió explotando su olfato goleador, fue seleccionado en el Draft de 2006 por el Columbus Crew… así de la adversidad de tener que sortear muertos y buitres su vida había pasado a la estabilidad que da ser un futbolista profesional de una de las mayores ligas del mundo.
Así el joven sierraleonés fue desarrollando su carrera con estadías discretas en la MLS con Columbus Crew, San Jose Earthquakes y Houston Dynamo hasta que llegó al Sporting Kansas City donde por fin potenció su capacidad goleadora algo que le abrió las puertas a la Premier League. Allí estuvo media temporada donde defendió los colores del Norwich City y se convirtió en el primero jugador de Sierra Leona en marcar en la Premier. Una vez cumplido su sueño de jugar en Inglaterra (donde también estuvo una campaña en Championship con el Middlesbrough), Kei Kamara regresó al Columbus Crew, para realizar una temporada de ensueño y llenar de orgullo a toda una nación como la de Sierra Leona, de cuya selección se ha convertido en el máximo referente.
«Debo todo a Sierra Leona. No sólo es el país en el que nací, es mi casa. Al tener la oportunidad de jugar por mi tierra y la de mi familia, no lo dudé y elegí jugar con la selección de Sierra Leona en lugar de la de Estados Unidos. Es mi forma de contribuir, de dar algo a un país que no tiene nada, de dar alguaa esperanza a los chavales que no tienen perspectivas de vida», asegura Kei en el especial de MLS Inside
Así, la estrella del Columbus Crew, rinde tributo a sus raíces pero quiere hacer mucho más y desde hace poco ha puesto proyecto dedicado a proporcionar un futuro mejor a jóvenes de Sierra Leona. «Fui afortunado pues estoy donde estoy gracias al fútbol. Ahora es mi turno de ayudar a gente que no ha tenido la misma suerte que yo. Por eso estoy trabajando junto a Michael Lahoud (otro sierraleonés, actualmente en el Philadelpia Union) para construir colegios en Sierra Leona. Vemos las oportunidades que tienen todos en Estados Unidos y es eso lo que queremos para los niños de Sierra Leona. Si me retiro sin conquistar ningún título, pero ayudo a construir escuelas en mi país, mi carrera habrá sido un éxito», asegura Kei Kamara, protagonista de otra historia de superación en el fútbol.