Hace unos días la RFEF anunció que sacaba a subasta un último paquete de partidos de la Selección. Ese paquete consiste en diez amistosos de 2015 más los partidos de la Supercopa y la final de la Copa del Rey, más algunos encuentros de la selección femenina (que quien lo adquiera dudo que televise a nuestras chicas). Todo ello por un precio de salida mínimo de 20 millones de euros y en principio Atresmedia, Mediaset y TVE estarían interesados en presentarse a esta subasta.
El pasado verano ya hubo lío cuando Atresmedia recurrió a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) para denunciar lo que creían era un acuerdo de adjudicación sin concurso público entre Mediaset y la RFEF por los partidos amistosos de la selección española para 2015, en definitiva, competencia desleal. Y la CNMV después de analizar el caso, falló a favor del conglomerado mediático que preside José Manuel Lara Bosch, y obligó a la federación española a realizar un concurso público sólo para los partidos de la Supercopa y la Copa del Rey. De esta manera, si los incluía en el mismo paquete que los encuentros de la selección debían salir todos a concurso, o de lo contrario debía licitarlos en paquetes separados, lo que supondría una bajada de interés comercial del conjunto de partidos en sí.
La RFEF con el reclamo de la final de Copa y la Supercopa (que independientemente están valorados en cinco millones de euros) ofertará hasta el 26 de este mes, fecha límite en el que los operadores interesados deben hacer sus respectivas propuestas, y ya el ente que preside Ángel María Villar determinará a dónde van a parar esos derechos.
Sin entrar en la cuestión de que una corporación pública sumamente adeudada como TVE no debería ni siquiera pujar por esos derechos, tenemos a los dos entes del oligopolio televisivo de nuestro país una vez más batallando por unos derechos televisivos. Esta lucha no sólo dispara el precio de mercado sino que supone un agravio para el telespectador que primero no sabe a que atenerse pues tanto cambio de cadena puede despistar al televidente más despistados, segundo que esta guerra comercial puede hacer que explote el producto a la emisora (como le pasó a Marca TV cuando renunció a la Liga) y cree aún más incertidumbre, y tercero que potencian a que el espectador se desmarque de fútbol de pago, algo vital para la sostenibilidad de los clubes, pues hoy día el fútbol no se podría mantener sin la televisión.