Más que un simple partido de fútbol amistoso, fue un espectáculo de verano. Como los que por cada estío suelen engalanar a la bella Mar del Plata. Aquel 8 de febrero de 1986, el excelso River Plate de Héctor Veira y la fuerte selección de Polonia brindaron el mejor encuentro de la historia de los tradicionales torneos preparatorios en Argentina. Golazos, vuelcos en el marcador, juego de alta categoría y un broche de oro de Enzo Francescoli fueron los momentos de una noche imborrable.
Ese febrero del 86, en medio del campeonato de Primera División, en “la Feliz” (como se conoce a Mar del Plata) se disputaba una nueva edición de la prestigiosa Copa de Oro, que en este caso fue un triangular entre River, Polonia y Boca Juniors. Tras vencer a los boquenses uno a cero, el conjunto de Europa Oriental (que se ponía a punto para el mundial de México 86) enfrentó al equipo millonario del “Bambino” Veira, que entre 1985 y 1986 se llevó títulos locales, sudamericanos y una Intercontinental, con una constelación de estrellas como Pumpido, Ruggeri, Héctor Enrique, Américo Gallego, Norberto Alonso y el charrúa Enzo Francescoli. El equipo argentino, además, había dado días antes una exhibición ante Argentinos Juniors en la liga ganándole 5-4.
Ante casi treinta mil personas en el estadio mundialista José María Minella, River Plate se puso en ventaja gracias a un gol de Alonso a los 37 minutos del primer tiempo, frente a un equipo polaco con diez hombres debido a la temprana expulsión de Przybys, y así, con una corta diferencia se fueron ambos contendientes al descanso. Los de Antoni Piechniczek salieron con todo en el reinicio y Dziekanowski igualó a los pocos minutos con un formidable tiro libre. Pero enseguida, una lujosa combinación entre Alonso, Roque Alfaro y Francescoli fue culminada por el uruguayo con gran definición para adelantar a los bonaerenses. Sólo un instante duró el gran festejo por el golazo, ya que Dziekanowski empató de penalti. En el ecuador de la segunda parte, tras un centro medido, el defensa Roman Wojcicki volvió a adelantar a Polonia, que aprovechó ese impulso para que a los pocos minutos Buncol capitalizara un mal despeje de Pumpido y con remate bombeado aumentó la diferencia a 4-2. A falta de un cuarto de hora, todo parecía sellado, pero es entonces cuando Borelli y Wojcicki serían expulsados y la confrontación se desnivelaría a nueve hombres contra diez.
El partido se estaba volviendo loco a los instantes finales, y es en ese momento cuando apareció el superofensivo Riverde Veira que con amor propio y muy buen juego fue remontando la cuesta. A falta de diez minutos Francescoli a pase de Ramón Centurión redujo la ventaja polaca. Precisamente será Centurión que en el minuto 42 logre cabecear un córner ante una mala salida del guardameta Wandzik y marque la igualada a cuatro que puso la sonrisa en la afición de River. Pero aún faltaba la traca final. Y sólo un minuto después Ruggeri bajó la pelota de cabeza para Francescoli, que la paró en el pecho y con una inolvidable chilena hizo estallar al estadio. Como en una película, como en una fábula, River daba la vuelta brillantemente una desventaja de dos goles y se imponía por cinco tantos a cuatro.
Cuatro días después el conjunto de Veira le ganó el «superclásico» a un frágil Boca Juniors por uno a cero y se quedó con la Copa de Oro. Polonia, en tanto, continuó con su viaje rumbo al mundial, en el que quedaría eliminado en octavos de final por Brasil con una goleada 4-0 y la despedida de la Copa del Mundo del mítico Wladyslaw Zmuda. Pero ambos ya habían sido campeones de lo más importante: el buen espectáculo, el fútbol de alto nivel. Pues aquel River-Polonia fue un verdadero espectáculo de verano.