No sólo pateó una pelota de fútbol, sino que con ella dejó una leyenda. Zaguero aguerrido, duro, de juego al límite, capitán que contagiaba su garra al resto. Pero también de elegancia e inteligencia que lo destacó en paradas difíciles. Roberto Alfredo Perfumo, el “Mariscal”, adquirió así la gloria en Argentina y el mundo, y con su partida a los 73 años el pasado jueves, dejó un vacío en su amada defensa.
Nacido en 1942 en Sarandí, la localidad bonaerense del club Arsenal, la del también fallecido Julio Humberto Grondona, Perfumo comenzó en equipos amateurs jugando como lateral derecho junto al mismísimo expresidente de la AFA, que lo hacía de centrocampista ofensivo. A fines de los años 50 ingresó en la cantera de River Plate, pero el entrenador “Gordo” Díaz le espetó “dedicate a trabajar porque al fútbol no podés jugar”. Tampoco tuvo suerte en Independiente y Lanús, pero sí en Racing de Avellaneda, donde debutó en 1961 dirigido por una gloria riverplatense, Néstor “Pipo” Rossi, en una derrota 0-1 ante Ferro Carril Oeste. Ese fue el comienzo de una historia de amor de diez años con la ‘Academia’, en la que fue puntal del inolvidable «equipo de José» que ganó la Liga en 1966 y la Copa Libertadores y la Intercontinental ante el Celtic de Glasgow en 1967, siendo Racing el primer campeón del mundo argentino. El apodo “equipo de José” era por su técnico, el inolvidable Juan José Pizzuti, quien a su llegada a mediados de los 60 lo terminó de acomodar del puesto de mediocampista al de zaguero y lo convirtió en uno de los mejores defensas de todos los tiempos. “Vas a jugar de central y vas a ir a la Selección”, cuentan que le dijo el propio Pizzuti. “Está loco”, le contestó su compañero de retaguardia Alfio Basile.
Sin embargo, «el Mariscal» fue citado por el maestro Osvaldo Zubeldía en diciembre de 1965 y al año siguiente jugó su primer Mundial en Inglaterra, enfrentando en su debut a la España de Luis Suárez, Pirri, Del Sol, Peiró y Gento, a quien Argentina venció por dos a uno Luego se vio la cara con Beckenbauer, Uwe Seeler y Bobby Charlton, éste en el memorable 0-1 con los ingleses en Wembley, donde cometió la falta que originó la discusión de Antonio Rattin con el árbitro alemán Kreitlein y su expulsión con protesta sobre la alfombra de la Reina Isabel incluida. Perfumo recordó: “Había un cierto clima antes del partido. el público no se portó bien, pero tampoco fue decisivo”. Sobre el gol de Inglaterra, faltando diez minutos, dijo: “(Geoffrey) Hurst era muy fuerte, muy rápido, un tipo de insistir en el área. Creo que me faltó distancia para cabecear, yo no era un buen cabeceador, nunca lo fui y el tipo me cabeceó, cuando la pelota me pasó dije ‘gol, la p… que lo parió'», y agregaba: «No creo que haya sido un partido de tantas diferencias futbolísticas; quizá fuera el clásico de más odio, por la colonización, las invasiones inglesas, las Malvinas, pero yo no lo jugué así».
Luego de la triple gloria con Racing, le tocó otro momento oscuro con la selección albiceleste al no poder disputar el mundial de México 70 al ser eliminado en la clasificatorias por la Perú de Chumpitaz, Perico León, ‘Cachito’ Ramírez, el ‘Cholo’ Sotil y Cubillas en cancha de Boca Juniors en 1969. Y cinco años más tarde volvió a un mundial pero su experiencia fue peor: aquel 1974 en Alemania Federal fue parte de una albiceleste muy pobre, que sólo ganó a Haití y sufrió un baile inolvidable con la imparable Holanda. El ‘Mariscal’ tuvo el infortunio de marcar un autogol contra Italia y, a pesar de cambiar banderines con Johan Cruyff, lo padeció en esos 90 minutos en Gelsenkirchen, donde le hizo una fuerte falta a Johan Neeskens. De esos malos días de Selección recuerda: «Era un descalabro total de organización. No se entrenaba, no se preparaban las cosas, no estábamos entrenados con la garra, las ganas, el entusiasmo que se precisaba. A la hora de entrenar comíamos, a la hora de comer entrenábamos, íbamos en dos aviones porque se olvidaban de sacar los pasajes, llegábamos al hotel y no había reservas. El fútbol argentino tuvo una generación perdedora, frustrada. Los dirigentes de nuestro tiempo nunca entendieron la importancia de la selección. Hasta que no vino (César) Menotti, nadie le daba bola».
Al menos en ese lapso se resarció en el contexto de clubes. Tras la eliminación de México 70 emigró al Cruzeiro de Brasil, donde obtuvo tres campeonatos estaduales y la Copa de Minas Gerais. Y a su vuelta a Argentina en 1975, fue baluarte del River Plate de Ángel Labruna que puso fin a dieciocho años sin éxitos alzando tanto el Torneo Metropolitano de ese año, como el Nacional de 1976, para finalizar con la banda roja su carrera de futbolista en 1978. A partir de 1981 pasó a dirigir, primero en Sarmiento de Junín al que no pudo salvar del descenso, luego un corto tiempo a su Racing, en 1992 a Olimpia de Asunción paraguayo con el que ganó la Copa República, para luego conseguir uno de sus mayores logros, la Copa Centenario de la AFA con Gimnasia y Esgrima La Plata a principios de 1994, en un conjunto que contaba con los hermanos Guillermo y Gustavo Barros Schelotto. Tras su estadía en el ‘tripero’ dejó la actividad y pasó por otros intereses: psicólogo social, autor del libro Jugar al Fútbol en 1998 y secretario de Deportes de la Nación en 2003, antes de volcar su pasión por el fútbol en el periodismo, desde mediados de los 2000 como tertuliano del programa Hablemos de Fútbol junto a Víctor Hugo Morales en la cadena ESPN, donde empezó con su famoso latiguillo “abrazo de gol, hasta el próximo partido” cada vez que se despedía.
En los últimos meses formó parte del emprendimiento Fútbol Para Todos que televisa la liga argentina en directo por la televisión pública, comentando con simpleza los partidos. Además trabajaba como columnista del diario deportivo Olé y en Radio Nacional junto al prestigioso Horacio Pagani. Delicado de salud coronaria desde 2008, un accidente sufrido en un restaurante de Buenos Aires se lo llevó el jueves, minutos antes de que su River jugara con São Paulo en la Copa Libertadores. En su homenaje, los millonarios lucieron un brazalete negro, y al anunciarse la noticia el público respondió con un cerrado y respetuoso aplauso. Fue el último abrazo de Gol para el Mariscal, antes de fichar para el equipo del cielo.