Gazélec Ajaccio y Angers, dos equipos inéditos esta temporada en la Ligue 1 (o casi inéditos porque el Angers no está en la élite desde hace más de veinte años) que esconden curiosas anécdotas e historias, de entre la que posiblemente destaque la de un defensa del Gazelec Ajaccio, Rodéric Filippi.
Si, para muchos, el sueño de una vida, una meta de la infancia es imaginar como seria hacer un gol y que cientos de personas coreen tu nombre, para otros es un trabajo como otro cualquiera, como es el caso del camerunés Assou-Ekotto o el argentino Ustari que afirman que el fútbol no les gusta o también el siempre polémico Balotelli que llegó a preguntar el por qué había que celebrar un gol si un cartero no lo hace cuando entrega una carta. Pues Filippi va más allá asegurando que detesta su profesión con unas declaraciones extremadamente radicales: «Antes me pego un tiro que sentarme a ver un partido de fútbol».
Unas jugosas declaraciones reflejadas en una entrevista en el portal francés So Foot, donde Filippi con su look de leñador (o de ‘hipster’) alejado de toda imagen metrosexual del futbolista moderno no ha dejado indiferente a nadie con multitud de perlas como ésta: «No entiendo por qué me piden autógrafos. Sólo es un garabato en una hoja de papel. Sólo somos jugadores de fútbol, no estamos salvando el mundo. Es como si mañana fuese al panadero y le dijese que su pan estaba realmente bueno, y que me diera su autógrafo».
Su aversión al fútbol también queda constatada cuando tras jugar ante el París Saint-Germain en el Parque de los Príncipes y ser preguntado por tal hecho, sólo declaró que le gustó jugar ahí porque el césped estaba en buenas condiciones, y cuestionado por su rival, confesó que pese a la pléyade de estrellas que tiene el PSG, sólo conocía a Ibrahimovic. Algo normal para quien los futbolistas no son ídolos ni referencias sino simples colegas de profesión. «No crecí admirando jugadores. Conocía algunos. Conocía a Zidane, Beckham o Drogba pero porque salían en todos los periódicos», sentencia Rodéric.
Llegados a este punto, conviene entender como alguien con tanta aversión al fútbol se convierte en futbolista profesional. Filippi, como cualquier niño, jugaba en el recreo al fútbol con sus compañeros, pese a que luego no podría compartir con ellos que jugador era su ídolo, o sus impresiones sobre el partido que emitió la televisión noche anterior. Ya con once años seguía jugando al fútbol en el patio, pero un amigo le propuso hacer una prueba en un club local y ahí empezó todo. Por aquel entonces vivía en Six-Fours-les-Plages, cerca de Tolón y en su ‘cabecita’ no se podía imaginar que se convertiría en la referencia defensiva de la nueva sensación del fútbol corso.
El exitoso devenir de Filippi radica en que posee dos características que ningún entrenador rechaza: la primera, que detesta perder, y la segunda, que es obediente y cumplidor. «Técnicamente tengo ladrillos en vez de equipos. Los entrenadores siempre me han pedido que me sacrificara en el campo y jugara siempre pensando en el colectivo del equipo, yo sólo hice lo que me pedían», explica el defensor la razón de haber llegado a la élite profesional del fútbol galo.
Su anhelo, el ser camionero
Filippi seguirá jugando al fútbol hasta que el cuerpo diga basta, y a partir de entonces cumplirá su anhelo, algo muy lejos de fútbol, el ser camionero. «Tengo un amigo que trabaja en Gaz de France y me explico como es el trabajo de transportista y me interesó mucho. Luego me informé y no me saco la licencia de conducir porque el fútbol no me deja compaginarlo, pero es un plan de futuro» confiesa el propio Filippi.
Por el momento, su sueño de ser camionero tendrá que esperar, ahora Filippi tendrá que seguir jugando a su detestado fútbol y ayudar a un Gazélec que de momento tontea con la amenaza del descenso, siendo antepenúltimo y con sólo doce puntos en el casillero. Si su empeño y profesionalidad logran una nueva gesta del equipo corso, quizá a la afición el que deteste todo lo que representa el balompié será una cuestión a ignorar.