A falta de pocas semanas para que concluya el calendario de competiciones, todos los equipos se encuentran en una posición en el que los partidos por disputar se antojan como verdaderas finales. Una de esas plantillas que vivirá dos auténticas batallas esta misma semana es el Sevilla, que primero visitará a un Athletic con el que pelea por la plaza de Champions (actualmente los sevillanos son quintos con 59 puntos mientras que los vascos se mantienen cuartos con 62) para después medirse en semifinales al Valencia en su competición fetiche, la Europa League.
Desde luego, que ha cambiado, y mucho, el rendimiento del equipo sevillano desde que empezó la temporada hasta ahora. Al principio, todo eran continuos sinsabores para su siempre fiel afición (ni una victoria hasta la jornada 6 cuando le ganó al Rayo), que no terminaba de ver ni la fluidez ni el buen hacer en el campo. Tampoco se puede olvidar la ‘humillante’ eliminación de la Copa del Rey en dieciseisavos a manos del Racing de Santander.
Como siempre, las primeras responsabilidades cayeron sobre Unai Emery, un técnico que ha pasado de ser fuertemente criticado a llevarse en el mes de marzo el premio a mejor entrenador de la Liga BBVA. Pero, ¿qué ha hecho este cambio posible?
En mi opinión, y aunque el sistema de juego de Emery a veces no me gusta porque no suele ser ‘valiente’, el técnico vasco ha conseguido algo que es primordial en una plantilla: el hecho de que de verdad jueguen todos a una y los jugadores se sientan un equipo. Esa unión en las filas blanquirrojas la hemos podido ver en las eliminatorias de Europa League contra el Betis y el Oporto. Dos remontadas históricas en las que el Sevilla puede que haya tenido un poco la suerte a su favor, pero en la que sobre todo los jugadores han demostrado ser una piña y tener esas ganas de jugar que otros días parecían no estar presentes.
También hay que resaltar que Emery llegó en enero de 2013 sustituyendo a Míchel y desde entonces, hasta ahora, es bastante larga la lista de jugadores que ha abandonado la entidad de Nervión: Luis Alberto, Luna, Spahic, Medel, Manu del Moral, o Palop, son sólo alguno de ellos.
Y hablando de ausencias, dos de las que, a priori, parecían más difíciles de solventar son las de Álvaro Negredo y Jesús Navas. Futbolistas de talla internacional que han dejado una huella imborrable en el Sevilla. Su buen fútbol no será fácilmente olvidado, pero empiezan a brillar por la ‘bombonera’ ciertos nombres que tienen todas las papeletas para ganarse el cariño de la afición. Me refiero, sin duda, a jugadores como Bacca (máximo goleador con catorce tantos), Kevin Gameiro (trece goles), Vitolo, Alberto Moreno o Marko Marin. Una pena que la cesión del alemán sea sin opción a compra.
Por supuesto, no me puedo olvidar de Rakitic, el gran capitán. Poco puedo decir de él pues ya le dediqué unas líneas por aquí anteriormente. Sólo espero que José Castro se pueda colgar la medalla de haber conseguido su renovación. No es sólo el mejor jugador que tiene ahora el Sevilla, sino que se ha convertido en una pieza tan indispensable, que en los partidos que él no está fino, el equipo lo termina pagando. Mala dependencia, lo sé. Por eso mismo lo mejor sería que no se fuera.
En suma, Emery tiene, esta semana, la oportunidad perfecta para demostrar si de verdad esa mejoría que ha conseguido en sus jugadores es real o tan sólo ha sido una ilusión pasajera. Aún así, creo que el verdadero cambio se verá la temporada que viene, cuando los movimientos del mercado vuelvan a hacer de las suyas en todos los equipos y puede que el Sevilla pierda algunas de sus piezas fundamentales. Mientras tanto, que la afición disfrute de los partidos que quedan por disputar y, con un poco de suerte, veremos la paradoja de jugar en la final de una Europa League a un equipo que ni siquiera la debería competir.