Aún se lamentan brasileños y holandeses por las semifinales perdidas del Mundial de Brasil y ya tenemos aquí el fin de semana en el que todo termina. Y es que mañana, antes de la gran final del domingo entre Alemania y Argentina, se disputa ese partido que unos llaman final de consolación y otros, partido por el tercer y cuarto puesto. Ninguno de los dos suena bien, la verdad. Pero más allá de dirimir el tercer clasificado del torneo (que no es poca cosa), el de mañana es un duelo que en el transcurso de las Copas del Mundo nos ha regalado goles históricos, buenos partidos, goleadas y decepciones. El del tercer y cuarto puesto es un partido con muchas historias que contar.
Andaba yo hace unos días conversando con un buen amigo periodista, antes de presenciar el ciclón alemán que el martes apareció por Belo Horizonte, sobre la conveniencia o no de este encuentro en los Mundiales. Él, versado en esto del fútbol, me decía que este partido no pinta nada en una competición como ésta, y que más bien supone un marrón de dimensiones considerables para quien tiene ‘la obligación’ de jugarlo.
Meditaba mi respuesta, me vinieron recuerdos de los partidos por el tercer y cuarto puesto con los que crecí viendo la más grande competición futbolística, y definitivamente yo sí creo que estos partidos han dado mucho a la Copa del Mundo.
Desde la tercera posición alcanzada por Estados Unidos en el primer Mundial de la historia, el de Uruguay’30, en el que la posición vino dada por estadísticas en el propio torneo, hasta la victoria de una Alemania ya bajo el régimen de Hitler, sobre Austria en Italia’34. Pasando por un casi olvidado tercer puesto de Brasil en Francia ’38, o el genial Austria-Uruguay de 1954 en Suiza, y así hasta llegar a la victoria de Italia sobre Inglaterra en ‘su’ Mundial de 1990.
Hasta ahí el archivo y desde entonces la memoria, los recuerdos. La primera imagen que me viene a la cabeza es la de dos suecos bajitos, uno rubio y el otro con rastas al viento, volviendo loco a aquel maravilloso equipo búlgaro de 1994. Eran Tomas Brolin y Henrik Larsson, quienes aquella madrugada me mantuvieron despierto, siendo yo un niño, para ver cómo su selección lograba la segunda mejor clasificación de su historia.
El partido por el tercer y cuarto puesto de Francia’98 lo recuerdo bastante bien. Holanda llegaba al Parque de los Príncipes de París medio deprimida tras haber perdido la semifinal ante Brasil. A un plantel con jugadores como Van der Sar, Kluivert, Bergkamp o Seedorf aquel partido le sabía a poco. Enfrente, otro inolvidable equipo, uno que a mí me enamoró: la Croacia de Suker, Boban, Prosinecki, Jarni,… Para los balcánicos estaba siendo un mundial de ensueño, así que sucedió lo que tenía que suceder y Croacia se llevó la tercera plaza del podio.
Cuatro años más tarde, el fútbol nos regaló un partido precioso que no habríamos visto de no existir la final de consolación. Turquía y Corea del Sur completaron su mejor clasificación en una Copa del Mundo y lo hicieron en una noche que, entre otras cosas, parió unos minutos iniciales frenéticos, un final de hermandad entre los jugadores de ambos equipos y, sobre todo, el gol más rápido de la historia de los mundiales, el anotado por Hakan Sükür a los 11 segundos.
Y en los dos últimos Mundiales apareció la fiabilidad, la seriedad y la honestidad de la selección alemana, cualidades por las que siempre he admirado a sus futbolistas. Para muestra, dos botones. En 2006 Alemania cayó en semifinales del mundial del que era anfitrión. Para cualquier otro equipo, la final de consolación sería más bien de decepción. Pero los alemanes siempre salen a ganar, siempre. Y así fue como en Stuttgart barrieron a Portugal.
Hace cuatro años pasó lo mismo en Sudáfrica. Tras cerrar España su pase a la ansiada final, disputó la tercera plaza ante una selección de Uruguay en teoría más motivada. Pero ni con esas. Alemania de nuevo salió a ganar, y ganó. La fiabilidad y la profesionalidad de Alemania.
En esas llegamos al partido de mañana entre Holanda y Brasil. Los brasileños aún se preguntan cómo poder evitar el trance. Para los holandeses, que protagonizaron junto a los argentinos una las peores semifinales de los últimos tiempos, no supondrá un duelo mucho más atractivo. Pero ambas escuadras deberían hacer honor a la camiseta que visten y sobre todo a los muchos aficionados que, como yo siendo un niño, verán el partido de mañana esperando presenciar un bonito espectáculo.
Estas son tan sólo algunas de las anécdotas e intrahistorias de los duelos por el tercer y cuarto puesto de los mundiales de fútbol. Son muchas más las que existen, inabarcables en este artículo. Pero quería aquí ensalzar el valor de un partido que, más allá de su importancia en números, debe suponer un ejemplo de dignidad deportiva, de profesionalidad y de amor por el fútbol. Porque sin esas premisas resulta complicado afrontar semejante encuentro.
Y es que este partido no siempre es “de consolación”, como muchos repiten. Para muchos también ha sido el colofón a un excelente mundial. Y en cualquier caso, es siempre una cita que nos deja anécdotas, recuerdos y vivencias. Por todo ello, el partido por el tercer y cuarto puesto de una Copa del Mundo es un partido con mucha historia.