Grecia no está teniendo suerte, pues aparte de sus problemas económicos y políticos, vuelve a ser noticia de manera negativa, esta vez a causa del fútbol. Y es que los lamentables sucesos vividos en el último clásico entre el Panathinaikos y Olympiakos hacen desestabilizar la imagen de cualquier país civilizado.
Y es que los sucesos de este pasado de fin de semana, donde el entrenador del Olympiakos, Vítor Pereira, al acercarse a la portería cercana a los hinchas del Panathinaikos (para cumplir su ritual supersticioso de tocar las redes de ambas porterías antes del encuentro) vio como estos le agraciaban con lanzamiento de sillas y bengalas, y como al parecer no quedaron satisfechos varios de estos energúmenos saltaron al césped con la intención agredir al portugués, es algo que responde a una tónica habitual en Grecia (y Turquía).
Tras los incidentes (que se prolongaron durante todo el partido, pues cuando un jugador del Olympiakos iba a sacar un córner la lluvia de bengalas y objetos era continua) Pereira señaló que «En ningún otro país europeo este partido se hubiera realizado» y es algo muy cierto, pues la permisividad en el país helenos ante los ‘infiernos griegos’ frecuentes en sus estadios hacen que esto sea un aspecto cotidiano a asumir del fútbol de ese país.
Antiguamente una cosa similar pasaba en Inglaterra, donde los hooligans eran temidos por toda Europa. Tuvieron que pasar la tragedia de Heysel (1985) y la catástrofe de Hillsborough (1989) y que los equipos ingleses fueran castigados severamente para que las instituciones británicas pusieran cartas en el asunto y tras varios años de medidas e intervenciones, se podría decir que el ‘hooliganismo’ se ha reducido a la mínima expresión.
El camino de Inglaterra es el que debe seguir Grecia (que sé que suficiente tiene con salir de la crisis, pero creo que algunas medidas básicas se pueden acometer) para intentar lavar la imagen del fútbol heleno y que estos cotidianos acontecimientos no desemboquen en una tragedia mayor como la que se está viviendo actualmente en los estadios de países menos desarrollados. Un camino que debería obligar la UEFA que sea ley para sofocar cualquier conato de vandalismo, pues no sólo en Grecia sucede eso, sino que en España (la batalla campal entre Riazor Blues y Frente Atlético), en Holanda (los seguidores del Feyenoord han hecho de las suyas en los encuentros ante Sevilla y Roma) y en general en toda Europa.