Resulta complicado escapar estos días de la vorágine informativa del Mundial de Brasil. A la misma intensidad de semejante despliegue está rayando el empuje de la ‘hinchada periodística’ a los jugadores de la selección española de fútbol, ensalzados como los héroes de un país que no encuentra hoy muchas más vías para remar en busca de objetivos comunes. Pero convendría recordar que en la gran cita mundialista hay otro español que también necesitaría un apoyo cuanto menos parecido. Pertenece a esa especie valiente y extraña donde las haya, la de aquellos que deciden ser árbitros de fútbol. Hablamos de Carlos Velasco Carballo, ingeniero industrial fuera de los terrenos de juego y encargado de impartir justicia en el Mundial de Brasil.
Pese a carecer de toda la parafernalia mediática de apoyo a sus espaldas, Velasco Carballo se ha ganado el puesto en la gran cita del balompié universal, junto a los asistentes Roberto Alonso Fernández y Juan Carlos Yuste Jiménez. Instruido en el Comité de Árbitros de Madrid, el colegiado de 43 años, presenta una indiscutible evolución en los últimos años tanto en la competición española (diez años en Primera división) como en competiciones internacionales (consolidado en la Champions League y en la UEFA Europa League, cuya final de 2011 entre Oporto y Sporting de Braga dirigió). Seis años han pasado ya desde que el máximo organismo del fútbol mundial le nombrase ‘referee FIFA’, tan sólo un año antes de recibir uno de los diferentes premios que le han designado como mejor árbitro de la máxima categoría del fútbol español en 2009, 2011 y 2013.
La cita brasileña no es el primer gran evento de selecciones del que toma parte. El madrileño, que hasta última hora ‘peleó’ por un puesto en el Mundial con el navarro Undiano Mallenco (otro colegiado mejor reconocido en el ‘entorno Champions’, donde se respeta mucho más la labor arbitral que en nuestro propio país) ya fue el representante español en la Eurocopa de 2012, torneo en el que arbitró dos encuentros de la primera fase: Polonia-Grecia (partido inaugural) y Dinamarca-Alemania. Pero todos estos datos, unidos a su reconocida labor temporada tras temporada, parecen resultar poca cosa para alguien que es árbitro.
Resulta compleja esta dedicación, la de juez de la contienda futbolística. No firman los contratos multimillonarios de los grandes (y de los no tan grandes) astros; tampoco dan grandes titulares a los medios deportivos a no ser que éstos descarguen en la labor arbitral las culpas de las grandes derrotas que no son capaces de reconocer en los equipos; carecen de una afición que les aliente cada domingo… Más aún, debe ser muy complicado soportar cada siete días toda la presión (por dejarlo en un término liviano) de las gradas, por no hablar de lo frustrante de tener que ver cómo cada cinco minutos los acomodados futbolistas de hoy en día intentan engañarte sabedores de que tras los 90 minutos será el colegiado quien sufra los ataques de la objetiva vena hinchada de los ‘expertos del fútbol’ y no ellos, los jugadores, quienes se han convertido en muchos casos en auténticos maestros en el arte de la comedia, el teatro, el engaño y el salto a la piscina.
Por todo ello, no será aquí donde se contribuya a semejante corriente. La misma suerte que les deseo a los jugadores de ‘La Roja’ es la que me gustaría insuflar a Velasco Carballo y a sus asistentes, aún a la espera de que la FIFA les comunique cuál será su primer partido en este Mundial. Cuando llegue ese estreno, los canales de televisión no conectarán con el partido tres horas antes, ni las plazas de media España se llenarán de mareas rojas. Pero ojalá todos los (buenos) aficionados al fútbol en nuestro país, así como los (buenos) periodistas, transmitan toda su fuerza al otro gran representante de nuestro fútbol en Brasil. Su labor es mucho más complicada, porque es el ‘malo’ de la película, es el juez de la contienda. Pero ante todo, es un buen colegiado.